Que un terremoto no especialmente fuerte, con epicentro a 200 kilómetros de Madrid, se haya dejado notar en la superpoblada capital de España da que pensar.

Al parecer, la humanidad es frágil y cuando la tierra se mueve entonces nos sentimos como lo que somos: vasos de cristal en una batidora industrial.

Eso sí, el seísmo del lunes fue débil. Ojalá hubiera metido más 'presión' a la ciudadanía. A lo mejor, el temor -no siempre va a ser el amor lo que les lleve al arrepentimiento- funcionaba como acicate. Pero no se vieron colas en los confesionarios.

Y eso sí que resulta preocupante porque llegará un momento -quizás haya llegado ya- en que algunos ya no sepan arrepentirse ni sepan cómo rectificar. ¿Y entonces?

Hispanidad

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