Mal asunto si son los nacionalista los que marcan el paso, aunque ninguna Constitución nace con la ambición de ser eterna. Sería un corsé demasiado pesado. Por eso se establecen en esos textos magnos los mecanismos y se fijan las mayorías para modificarlos. Andan ocupados ahora los dos principales partidos en eso de reformar algunos aspectos, pero hay dos realidades que ni PP ni PSOE deben olvidar para no dar rienda suelta a lo peor del cainismo español. La primera, que nada de lo que se está planteado hubiera llegado sin la insoportable presión del independentismo catalán, que ha convertido algunas cuestiones para ellos convenientes en urgentes y esa prisa suena a chantaje. Y dos, que el éxito de cualquier reforma constitucional está en el consenso. Y en esto van a pasar dos cosas: PP y PSOE se van a lanzar todos los trastos posibles antes de sentarse a negociar -estamos en campaña electoral, además- y que los nacionalistas, como ya ocurrió en 1978, van a pedir la luna, es luna lunera cascabelera con la que no quieren iluminarse millones de españoles. Hispanidad redaccion@hispanidad.com