No sabemos qué sería del Partido Popular de Madrid sin doña Cristina Cifuentes (en la imagen), delegada del Gobierno en la capital. Desde luego, le faltaría su gracia. Por ejemplo, mientras consigue que alguien -por ejemplo, su amiga, la vicepresidenta Soraya- le coloque en algún cargo de lucimiento, por ejemplo como candidata a la Alcaldía de Madrid, la progre más progre del PP madrileño, la reina de la fiesta entretiene sus ocios con cuestiones urgentes como un nuevo protocolo policial contra los "delitos homófobos".

Pero no se crean que el asunto consiste en perseguir a algún adolescente chiflado que persiga a los gays después de trasegarse la correspondiente litrona. Para eso la policía ya está archipreparada. No, tras unas profundas, sobre todo profundas, reuniones con el lobby gay, doña Cristina, ha prometido que policías nacionales y guardias civiles, en los ratos que les deje libres la lucha contra menudencias como el terrorismo islámico o las bandas armadas, irán por los colegios para explicar a los niños, indefensos ante el adoctrinamiento, que la homosexualidad es muy buena cosa y que no tragar con algo tan antinatural como la sodomía puede ser delito de odio. O sea, que si no te agachas te sacudo. Agacharse ante el discurso cultural imperante, digo.  

Es lo que doña Cristina llama Plan Director de Convivencia Escolar. Y es que el PP, qué quieren que les diga, cada día es más progresista. Con Cifuentes, seguro que recuperan esos dos millones de votos de los que hablaba Rajoy el lunes.

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