Aseguran que el fallecido Simón Peres (en la imagen) era un sionista. Como prueba, nos le muestran, días atrás, proponiendo a los israelíes que compren productos nacionales. ¿Y qué tiene que ver eso con el sionismo? No hombre no, el sionismo empieza llamarse así, ciertamente, a principios del siglo XX cuando surge la idea de recuperar el Estado palestino. Ahora bien, ese era un proyecto lógico tras tantos siglos de persecución. Pero el problema del sionismo no es ese. El verdadero problema es que no se trata de mero nacionalismo económico, sino de la deificación del hebraísmo. La mayor parte de los sionistas actuales no cree en Dios -y sí, los judíos fueron el pueblo elegido por Dios- pero, dado que el hombre necesita de la creación, los sionistas han deificado la nación judía. Algo parecido a lo de los nacionalistas catalanes de ahora mismo. Y no, aunque Israel y los judíos constituyan algo muy relevante en la historia, toda la deificación resulta idolátrica.  A fin de cuentas, nada más absurdo que el pueblo elegido por Dios se haya vuelto a ateo. Eso es el sionismo. Hispanidad redaccion@hispanidad.com