Es una oportunidad que sólo un tipo como Barack Obama (en la imagen junto a Putin) podría desaprovechar. Se trata de que Occidente se una a su antiguo enemigo, Moscú, contra el enemigo común, el Estado islámico. Es más, lo lógico sería exportar esa alianza a toda lucha contra el fanatismo islámico, por ejemplo en Nigeria o en Libia. Y evitar que Moscú se eche en manos de Pekín, que es aún peor enemigo. Putin ha tendido su mano a Washington en defensa de Bashar Al-Asad. Hace bien, es el califato fanático, no el régimen sirio, quien atenta contra la libertad religiosa de los cristianos y el cristianismo es lo que une a Occidente y a Rusia, frente al islam y frente al panteísmo oriental (China e India), que esperan al fondo. Ahora veremos qué hace ese genio de la diplomacia llamado Obama. Hispanidad redaccion@hispanidad.com