Sólo hay una forma de que Mariano Rajoy me caiga bien: escuchar cómo le insulta el portavoz socialista, Antonio Hernando. La clase política española da un poquito de asco. El tecnócrata Rajoy es un estafermo sin valores, que sólo habla de economía y no demasiado bien. Pedro Sánchez es el chulo engreído cuya ambición supera su talento. Pablo Iglesias es el comunista pedante y bastante ignorante. Albert Rivera es una vedete, el nuevo rico que confunde la riqueza con la sabiduría. A partir de ahí, está la retahíla de los 18 Podemos, de los Tardá, Esteban, etc, no son sino un conjunto de mezquindades y orgullosos adolescentes que casi, sólo casi, hacen bueno el minimalismo mental y moral del Partido Popular. Si España tiene algún problema de caer en una tiranía no es por tendencias xenófobas o leninistas. No, es por la poquedad y miseria de la clase política española, de los demócratas o presuntos demócratas, que son incapaces de ver algo bueno en sus contrarios. Por cierto, ¿se han fijado que en este escenario decadente coincide con la expulsión de los poquísimos políticos católicos -ojo, católicos medianamente coherentes- que figuraban en el hemiciclo? Hispanidad redaccion@hispanidad.com