Papa Francisco. La seguridad de los cristianos en Tierra Santa no interesa ni a palestinos ni a judíos
Los medios informativos españoles, en especial RTVE, nos han traído a portada las obras en el Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, probablemente el lugar más sagrado de la cristiandad, edificado sobre la colina del Calvario. El problema es la obsesión de esos medios por asegurar la imposibilidad de haber llevado a efecto las obras por las disputas eternas entre cristianos, romanos, griegos y armenios. Y, en efecto, desgraciadamente, así es.
Pero la situación no sólo está dañada por las malas relaciones, muy lamentables, entre las distintas confesiones cristianas, sino por la presión islámica, y esto desde hace 1.000 años.
A ver, muchacho, la enciclopedia.
En 1009, con el califa Al Hakim, señor de Jerusalén, un capullo de mucho cuidado, los musulmanes destruyeron los que quedaba de la basílica de Constantino (edificado sobre la colina del Calvario). Machacaron la propia roca el Sepulcro de Cristo y se intentó hacer desaparecer la mismísima rocosa que era el Gólgota. Al parecer, los musulmanes incurrían en el artículo 510 del Código Penal, el de los delitos de odio.
Afortunadamente, los islámicos son vagos, y de destruir una piedra, la que supuestamente cerraba el primigenio sepulcro del Redentor, son capaces, una colina ya les resulta más complejo. Ahí nacieron las cruzadas y fueron los cruzados los que levantaron la nueva basílica… que no sería destruida, sino esclavizada por Saladino, un Ben Laden de la época, al que sólo los idiotas occidentales de ahora mismo veneran como un gobernante tolerante. Nada que ver con el Saladino que nos pinta el Capitán Trueno. Más bien, el muchacho era, por decirlo pronto… un poquito cabrón.
Desde entonces, los cristianos han vivido en Israel pendientes de las barbaridades de los musulmanes, durante 900 años, a lo que hay que unir otras, menos, barbaridades cometidas por los judíos, menos, desde hace casi 70 años. Aún hoy, una familia islámica, posee las llaves de la Basílica y los sacerdotes duermen dentro para evitar expolios, hasta que los señoritos musulmanes, muy pomposamente, abren las puertas por la mañana.
Es decir, que lo de la guerra civil entre cristianos en el Calvario es una vergüenza, pero no es la única vergüenza ni la única opresión sufrida. Y desde hace 1.000 años.
Hispanidad
redaccion@hispanidad.com