Aunque parezca mentira no todos los logros de la mujeres a lo largo de la historia son obra de Hillary Clinton, entre otras cosas porque la nominada demócrata a la Casa Blanca nació en el siglo XX (no, no en el XIX; en el XX). Lo de antes no es cosa suya. Pero eso es lo que la señora de Bill pretende: la quintaesencia feminista. Si alguien me critica a mí no lo hace con rectitud de intención sino que lo hace por mi condición de mujer. Es decir, porque es un machista. Ergo, soy perfecta, claro está. Como asegura el cronista de Hispanidad, mucho cuidado con criticar a una fémina que se ha ido volviendo cada día más abortista, hasta convertirse en uno de los paradigmas del Nuevo Orden Mundial (NOM). Muy sincera como revela su sonrisa eléctrica, representa también el arquetipo de una curiosa generación de mujeres que siente poca tendencia hacia la maternidad. Más bien ninguna. Ha tenido una sola hija, así que, como diría el viejo Guareschi: "Señora: no se ha esforzado usted mucho". A pesar de su edad provecta, representa a ese tipo de liberadas que odian la maternidad, que ha prescindido de la palabra mágica: mamá, por considerarlo trivial, anticuado o ambas cosas a la vez. Lo cual no deja de ser grave porque el día en que flaquee una de las variables del devenir de la humanidad, es decir, el amor de una madre por sus hijos, la civilización se hundirá. Y si hablamos, no ya de entrega, sino de la madre que asesina a su hijo indefenso en sus propias entrañas y presume de ello (el 'derecho' al aborto, el que promueve Hillary) entonces habremos llegado a lo peor, que es la corrupción de lo mejor, es decir, la corrupción del amor materno. Esa es doña Hillary, abortista tirando a rabiosa. Hispanidad redaccion@hispanidad.com