Decía Salvador Dalí que él como dibujante era mediocre, pero que resultaba una gran pensador. Mi amigo Juan Manuel de Prada no sólo es un gran escritor sino un gran pensador. De hecho, empezando por el final, más les vale que se lean su artículo “El camello y el mosquito” en el ABC, que este espantajo mío.

Y me fastidia reconocerlo porque Juan Manuel me ha pillado, una vez más, en un renuncio. Me explico: yo pensé que los simpatizantes de Vox se habían pasado al señalar, incluso con su dirección al despacho del editor de la revista El Jueves.

Soy periodista y no soy miembro de Vox y mis simpatías más primarias estaban con el agredido y no con los agresores. Es decir, llegué la conclusión sin las premisas (algo que nunca hacemos los periodistas, que conste). O dicho de otra forma: no me había formulado la pregunta que siempre se nos olvida a los cagatintas: ¿por qué?

Y entonces leo a Juan Manuel y descubro que el porqué es que El Jueves se dedicó a burlarse del secuestrado Ortega Lara, que sufrió la canalla de los hoy socios del Gobierno: los proetarras. ¿Cómo puede burlarse alguien de un personaje como Ortega Lara por el que cualquiera puede sentir la admiración habitual de su triple condición de víctima, héroe y perdonador?

Por lo demás… en mi opinión no deberían existir revistas de humor sino revistas muy serias con humor. Y también en mi opinión, la ironía siempre debe enseñarse con las ideas y no con las personas.

Todo esto le viene al pelo a mis colegas de El Jueves pero, sobre todo, no me extraña que los jóvenes de Vox quieran situar el primer plano al responsable última de la canallada: el editor. Tranquilos, nadie va a hacerle nada, pero al menos que se responsabilice de su actos. Es decir, de sus canalladas.

Y la Federación de la Prensa, ese desastre, que confunde víctimas con verdugos. Aquí la víctima es Ortega Lara, el verdugo es El Jueves. Aunque sean periodistas.

No confundamos a los verdugos con las víctimas.