Nuevo paso en el proceso de pacificación de Euskadi. Objetivo: crear la "Comunidad autónoma vasco-navarra". En Moncloa piensan que, tanto el plan batasuno de un referéndum en los "cuatro territorios históricos" como la unificación de Navarra y Vasconia en una sola región, caben en la Constitución. El precio sigue siendo el mismo que en Cataluña: la entrada de ministros vascos en el Gobierno de España. De esta forma, el proyecto de socio-nacionalismo vasco se adelantaría a la sociovergencia catalana. Pero Otegi ya lo ha dejado claro: "sin Navarra no queremos nada". Los asesores de ZP, especialmente Contreras, Barroso y Rubalcaba, recuerdan que Navarra sólo tiene 650.000 habitantes
Lo dijo muy claro el sábado 3, el ex etarra y pro-etarra Arnaldo Otegi: "Sin Navarra no queremos nada". Y lo dijo en el mismo mitin en el que Pernando –que así se llama- Barrena recordó el plan de Batasuna: un referéndum en los cuatro territorios autónomos, es decir, en Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa y Álava para crear una Estado euskaldún dentro del Estado español. O mejor: los nacionalistas le llamarán Estado asociado y el Zapaterismo le llamará recomposición del mapa autonómico. Según José Miguel Contreras, primer ejecutivo de La Sexta, y máximo responsable de la imagen del Gobierno ZP, así como su amigo, el ex secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, así como su enemigo, el también influyente Rubalcaba, Navarra apenas cuenta con 650.000 habitantes y debe caer en manos del socio-nacionalismo. Se armará mucho ruido, pero luego se olvidará.
La encuestas así lo prometen, con un navarrismo dividido entre UPN y el CDN, un socialismo navarro totalmente sumiso a los intereses de la Moncloa (no disponen de un Pepe Montilla que se enfrente a ZP) y un nacionalismo no violento unido por interés alrededor de Nafarroa Bai. Rubalcaba y los Migueles insisten en que la constitución de una comunidad autónoma Vasco-Navarra (en el tiempo, desde luego no de repente), a través de una superestructura que englobe la Comunidad Foral y los tres territorios, no necesita modificación alguna de la Constitución. Y naturalmente, un referéndum, o primer paso para la anexión de Navarra por Euskadi, en el que voten tanto los 650.000 navarros como los 2,5 millones de vascos, ya se sabe por quién sería ganado
Para toda esta estrategia, Moncloa es muy consciente que ya nadie se acuerda de Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio y los dos ecuatorianos asesinados por ETA en el Aeropuerto de Barajas.
Todo esto, a pesar de los que braman los círculos de derecha, no lleva a una alianza entre ZP y Batasuna, sino entre el PSOE y el PNV. El precio de ceder Navarra a los nacionalistas vascos, beneficiarios de la trama, consiste en que entre un ministro, uno solo, del PNV en el Gobierno de España, con el resultado lógico de aislar al PP como un partido de ultraderecha.
De esta forma, la alianza entre PSOE y PNV se adelanta al pacto entre PSOE y CIU que José Montilla destrozó porque no estaba dispuesto a ceder a Artur Mas la Presidencia del a Generalitat. Euskadi es menor importante políticamente que Cataluña (a CIU se le ofrecieron hasta 3 ministerios en el Gobierno de España, con Durán Lleida de responsable de Exteriores), pero electoralmente pasar a la historia como el pacificador de Euskadi, como el hombre que terminó con la violencia –al precio que sea- supone la reedición en Moncloa casi asegurada. Esta es la cuestión.
Así que el socio-nacionalismo bien vale la entrega de Navarra.
¿Y el mundo empresarial? El empresario español se ha acostumbrado a vivir a las órdenes de cualquier Gobierno, independientemente de lo que haga. Ahora, en el siglo XXI, sí puede decirse que la empresa española carece de ideología. Ya veces se sospecha que incluso de ideas. En cualquier caso, no interpondrá reparo alguno. El último empresario político, José María Cuevas, está recogiendo los papeles de su despacho, y el patrón, en este caso banquero, más ideologizado, el presidente del BBVA, Francisco González, vive a la defensiva