Durante 2004, España exportó a Francia 757 millones de KWh, e importó 5.978. Saldo negativo de 5.222 millones de KW. Naturalmente, hablamos de energía nuclear francesa, una energía denodada por el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, pero cuya moratoria ha convertido a España en rehén energético de Francia.
Lo malo es que las previsiones de los expertos para el presente año son peores. Consideran que ese saldo negativo se puede duplicar durante el presente ejercicio, hasta alcanzar los 10.000 megawatios. Así lo creen porque se espera un verano más caluroso que el de 2004 y por la baja hidraulicidad del presente ejercicio, uno de los años más secos que se recuerdan. La dependencia energética de España respecto a Francia se acentúa cada año : así, en 2004, el 74% de nuestras importaciones de electricidad procedían del país vecino.
España está cubriendo sus puntas de demanda a costa de las importaciones de Francia y echando mano de cualquier cosa que pueda generar energía, incluidos los diésel del Franquismo. Sin creer en alarmismos, no sería de extrañar que hubiera apagones durante el próximo verano, especialmente en las zonas donde el margen es más estrecho, especialmente Cataluña, Andalucía y Levante.
La verdad es que las previsiones oficiales españolas han sido un destre desde 1970. Siempre se ha calculado la demanda a la baja, típico de los países que apenas creen en sus posibilidades. Un dato a largo plaz la demanda de electricidad española se ha cuadruplicado durante el periodo 1970-2000. Es el fiel reflejo de un país al que, como diría Felipe González, le saltan las costuras.
La solución del Gobierno del Partido Popular, seguida por el PSOE, ha consistido en aplicar Kyoto: gas y energía eólica. A pesar de que las puntas de demanda se están cubriendo con centrales térmicas, se sigue fiando a esas dos fuentes de energía el suministro energético. Y es cierto que se ha invertido mucho en ambas fuentes de generación, pero la demanda siempre va por delante. Conclusión: España se ha convertido en el mejor cliente de los franceses, verdadera potencia nuclear europea, a la que los residuos importan bastante menos que a España la emisión de gases contaminantes.