Sr. Director:

Las fiestas en general son un paréntesis, pero, en especial, las navideñas, no sólo por incluirse en los eslabones de dos años distintos, sino por su descompensado ritmo de vida festivo, muy desigual al de las vacaciones de verano. 

Todos celebramos las Navidades con ilusión y con esmero porque son fechas muy importantes y especiales. Pero este paréntesis puede resultar un aliciente negativo respecto a los cambios de ritmo vital ya que la 'depresión post-vacacional' puede presentarse en muchas ocasiones como un problema que nace del abandonado de los hábitos que requieren un esfuerzo durante las fiestas, y, por tanto, son propensas estas personas a sufrir física y psíquicamente un contraste vital –dañino-, al volver al 'día-día', que es, en definitiva, el hábito corriente del hombre: el trabajo constante y prolongado en el tiempo. 

Y por eso, la vuelta al trabajo después de unas vacaciones (que siempre se quedan cortas) tiene que ser un motivo de alegría también, porque el trabajo bien hecho y acabado es siempre gratificante y satisfactorio y, además, por ley natural, la labor tiene como fin el descanso para recuperarse del esfuerzo realizado. Y por eso me gusta repetir la célebre frase de Carlos Arguiñano: "Al trabajo, con alegría", que es la mejor mira para engancharse con garbo al trabajo de cada día.

Lorenzo Domínguez 

lorenzodominguez@hotmail.com