Diversos municipios neerlandeses optarían por librarse de unos veraneantes que transmiten una maléfica imagen. La legitimación de la transacción de cannabis en Holanda, los ha trocado en focos de atracción para forasteros.

Tan sólo el desembarcadero industrial de Terneuzen, supera todas las jornadas la visita de unos 2.500 usuarios de alcaloides. Su destino son los coffee-shops, donde se trajina y se humea, inmunemente, hachís y marihuana. En su conjunto, los visitantes son belgas y galos, y tienen una media de 27 años de edad, con arreglo a una indagación de la Universidad de Gante. Como cualquier mortal, mayor de edad en Holanda, logra adquirir un tope de 5 gramos de cannabis por sujeto. Pero en  Terneuzen existen dos chiringuitos por lo que, la totalidad de los visitantes, consiguen apoderarse de más 10 gramos.

El incremento de los reflujos del denominado "turismo del cannabis" está generando problemas al Gobierno holandés. Últimamente el Tribunal de Maastricht ha exonerado el proyecto del regidor de la ciudad, Gerhard Leers, para trasladar tres coffee-shops.

Se trata de un combate mundial, en el seno de la Unión Europea, que ya dura dos años. Con su dictamen, el Tribunal deja diáfana su convicción de que el desplazamiento de los asentamientos no soluciona el conflicto. Y es que la legalidad holandesa sobre la transacción de drogas blandas y la evaporación de las vigilancias fronterizas como parte del plan de unificación europea, ha provocado una masificación de forasteros compradores de marihuana y hachís.

"El consumismo, contrario a la salud y a la dignidad del hombre y que no es fácil controlar, es el de la droga, que al explotar la fragilidad de los débiles, pretende llenar el vacío que se ha creado", afirma Juan Pablo II.

Clemente Ferrer Roselló

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