Sr. Director:

 

He leído su carta sobre la inminente campaña favorable a la eutanasia y me ha recordado el magnífico libro "El hombre en busca de sentido" de Frankl, fundador de la tercera escuela de Viena, la del sufrimiento. Frankl, en la primera sesión de lo que él llamó logoterapia, preguntaba a sus clientes, a bocajarro, "¿por qué no se suicida?", y a partir de la respuesta (dinero, poder, hijos, Dios,…) comenzaba el tratamiento. Él quería encontrar en el paciente lo que conseguía darle sentido a la vida: el sufrimiento convertido en sacrificio.

 

Hoy en día, en nuestra querida Patria, la gente huye como del demonio (más aún, ya que del Malo no huye casi nadie ya) de todo lo que pueda tener que ver con el término sufrimiento y con la idea de sacrificio: es el resultado de tantos y tantos años de "estado de bienestar", donde lo importante no es cultivarse, amar, pensar, rezar,… sino vivir bien, entendiendo esto como vivir cómodo. Pero tan absurda es la idea, tan suicida, que cuando necesariamente las cosas y las circunstancias no son cómodas (unos días son buenos y otros malos, y así seguirá siendo siempre en este mundo, valle de lágrimas), llega la desesperanza y acuden directamente a la muerte, el gran misterio terrenal, buscando, creo yo, una respuesta inane.

 

Hamlet decía que la conciencia hace de todos unos cobardes, pero no estoy de acuerdo en absoluto: la conciencia da significado al sufrimiento; la conciencia da forma al sacrificio; la conciencia da sentido a la vida. La conciencia es el alma, y, como decía Calderón, el alma sólo es de Dios.

 

Diego Garijo Pintos

 

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