Jornada divertida la vivida en la Audiencia madrileña durante la mañana del lunes. Se juzga el caso de la Carta Falsa, anexo al de Urbanor.
Declaraba Richard Robinson, el directivo de KIO que les compró los terrenos de la Carta Falsa a los Albertos y a sus socios, el arquitecto Sentieri y el constructor San Martín. Robinson ratificó que KIO pagó 231.000 pesetas por metro cuadrado mientras que los Albertos pagaron a sus socios 150.000 y se quedaron con la diferencia. Por ello fueron condenados por el Tribunal Supremo.
Lo gracioso vino cuando se le enseñó a Robinson la famosa Carta Falsa, según la cual Sentieri estaba en el ajo -por lo que negaba el engaño- y se le preguntó si la había visto con anterioridad: Sí -respondió el británico- el pasado viernes, en el despacho del abogado de los señores Cortina y Alcocer.
Al parecer, el señor Robinson había disfrutado de un feliz fin de semana en Madrid.
En cualquier caso, la juez se plantó en redondo: afirmó que estaban allí para dilucidar si los Albertos y su abogado, Ramón Hermosilla, habían fabricado una Carta Falsa que inculpaba a sus enemigos, no para reabrir el caso Urbanor.
De inmediato, la defensa de los acusados, sobre todo la de los Albertos y la de Hermosilla -que aquí no figura como letrado sino como acusado- lanzaron una algarabía asegurando que si no se reabría el asunto de las cantidades, es decir, el caso Urbanor, quedaban en indefensión. En definitiva, que ya están preparando la estrategia B: no hemos podido defendernos y solicitamos al Supremo y al Constitucional que nos lo reconozcan. A largo plazo, todos muertos.
Eulogio López
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