Ahora bien, cuando la gente le acusa de gafe lo que quiere decir es que provoca mala suerte entre quienes le rodean, aunque él permanezca como hijo predilecto de la fortuna. Claro que ha tenido mucha suerte. Tanta, que fue presidente en 2004 gracias a 192 asesinados por los islámicos e inclinó la tambaleante balanza a su favor en 2008 gracias al asesinato de un concejal socialista, Isaías Carrasco, 48 horas antes de las elecciones del 9 de marzo, esta vez a manos de etarras. Lo dicho, ZP tiene una floristería entera en salva sea la parte.
ZP es ignorante como él sólo pero es listo, taimado: posee un desarrollado olfato para saber dónde soplan los votos, y eso que se trata de un viento siempre cambiante. Por ejemplo, es un maestro aprovechando el anticlericalismo de comecuras y el anticlericalismo de los vaticanólogos, que no se sabe cuál es peor. Muchos cristianos practicantes adoran que ZP insulte a curas y obispos. Muchos de los 11 millones de españoles que acuden a misa los domingos -o al menos casi todos los días de precepto- han forjado una religión a la carta, y no dudan en reír las gracias del poder. No lo olviden: sólo hay algo más nocivo para la Iglesia que un anticlerical: un clericaloide canónico.
Y recuerden también que todo español aspira ser dos cosas: obispo, para poder dictaminar lo que está bien y lo que está mal, y seleccionador nacional de fútbol, para dar con el once ideal capaz de ganar la Eurocopa, que, por pura casualidad, y tras 44 años, coincide con el elegido, por pura chiripa, por Luis Aragonés.
ZP no puede recibir obispos porque figura en el elenco de vaticanólogos anticlericales, pero sí puede recibir a la Selección Española de fútbol e incluso arriesgar una derrota acudiendo a la final de fútbol, a pesar de que tantos le habían suplicado que no lo hiciera. Pero los tiempos han cambiado y ahora este país, donde el que más y el que menos se avergonzaba de ser española, resulta que se extasía oyendo al goleador Villa gritar "Viva España" y enarbola la bandera. Nunca como ahora, en 30 años de democracia, en los que el concepto de patria era sospechoso, se han visto tantas banderas ni se ha gritado tanto el "Viva España" sin complejo alguno. Al parecer el patriotismo lo teníamos dentro y no nos atrevíamos a manifestarlo. O sea, lo mismo que le ocurría a ZP, para quien "nación" sólo era una palabra y ahora se ha convertido en Manolo el del Bombo. Ha tenido que ser algo tan nimio -divertido, pero nimio-, como el fútbol, quien actuara como espoleta del patriotismo dormido. Ahora mismo, el casi-referéndum de Ibarreche no parece una agresión, ni una afrenta, ni una traición: sólo algo muy ridículo, tan ridículo como el enfado pueril del presidente del PNV por los triunfos de la selección, y no la de Euskadi. El fútbol ha resucitado el patriotismo español, muerto con Franco.
¿Qué ha hecho quien acusaba a Rajoy de ser un "patriota de hojalata"? Pues convertirse en patriota de metacrilato. A la cabeza de la manifestación figura ZP, y su vicepresidenta María Teresa, convertida en "fanática de la roja". España es grande, y este grito ya no es fascista sino extraordinariamente progresista, elemento del patrimonio común de la izquierda.
Una legión de patriotas, llegados, como decía de los comecuras, desde dos orillas opuestas: desde el desprecio a España, como ZP, o desde el desprecio a la Selección y a Luis Aragonés, por no ser suficientemente españoles, como Federico Jiménez, el locutor que más ha insultado al hoy hombre más popular de España.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com