Lo decíamos en nuestra anterior edición. Emilio Botín es un banquero que esquilma de tal modo a sus clientes que cada cuatro años, como los políticos, necesita dar un pelotazo. Todo el esquema bancario de los Botín se basa en renovar su base de clientela, más que nada porque quien ha sido cliente del Santander soporta una terrible tendencia a dejar de serlo.

 

Por esa razón, Emilio Botín absorbió al Banesto, y por esa misma razón, apenas un lustro después, en 1999, se tragaba al Central Hispano, que hacía banca industrial, las cuentas corrientes de la viejecita y el crédito hipotecario de la joven pareja: es decir, que se dedicaba a los mejores clientes bancarios.

 

Ahora toca el Abbey (un banco que se llama la Abadía, qué peligro), y otro sprint hasta conseguir ser el octavo banco mundial por capitalización. La verdad es que ya lo fue en su día, cuando absorbió el SCH. Y seguramente dejará de serlo, porque los Botín no son empresarios sino financieros, es decir, son gente que no sabe crear riqueza, lo que saben es comprar y vender. Son, además, gente de palabra, Por ejemplo, durante su última comparecencia ante los periodistas, el pasado mes de febrero, Botín advirtió que el Santander no estaba  de compras y apenas hace un mes Alfredo Sáenz, su consejero delegado, daba por rotas, cosa del pasado, las conversaciones con el Abbey.

 

Y era cierto: el Abbey no pasaba de ser una cortina de humo para que el Santander se lanzara a por sus dos objetivos reales: el BBVA y el italiano San Paolo IMI. Lo que ocurre es que FG, presidente del BBVA, no se deja, y que Berlusconi no les permite entrar en Italia.

 

Y ahí tiene al socialista (es un decir) Pedro Solbes bendiciendo la compra del Abbey. Y en verdad debe hacerlo, a fin de cuentas, si un banco español crece, en principio el Gobierno debe de apoyarlo.

 

Otra cosa es si es bueno el crecimiento en sí mismo vía fusiones. Al final, el capitalismo avanza hacia su destrucción gracias a que cada vez son menos los operadores que controlan más. Y son empresas, no gobiernos y los presidentes de grandes compañías no se eligen bajo el principio de un hombre un voto, sino bajo el principio de un euro un voto. Y lo peor de esta progresiva concentración empresarial no es que las multinacionales pasen por encima de los gobiernos, lo grave es que pasan por encima del hombre. Y así, las multinacionales se han convertido en las grandes promocionadoras de la precariedad laboral, siempre en búsqueda de los salarios de miseria que aumente la "rentabilidad para el accionista".

 

Un detalle: la política laboral del SCH en Iberoamérica es mucho más dura que en España. Simplemente, allí el trabajador está menos protegido, el despido es casi libre y los salarios mucho más bajos.

 

De lo que se deduce que la prioridad en materia de justicia social sería la instauración de un salario mínimo y unas condiciones laborales mínimas a nivel mundial. Lo demás son pájaros y flores. Mejor dicho, el resto es reputación corporativa.

 

Pero prescindiendo de este pequeño detalle: ¡Enhorabuena, señor Botín!  

 

Eulogio López