Era Montilla el que había señalado que había que reabrir el debate nuclear. Por supuesto, sabía muy bien y así se lo había transmitido a los empresarios- que plantear abiertamente el tema nuclear era sinónimo de perder un millón de votos. Pero parecía dispuesto a negociar por debajo de la mesa el alargamiento de la vida útil de las centrales nucleares. De estar forma se daba marcha atrás al ¿nucleares? no gracias por la puerta de servicio, sin que se notara.
Pero Montilla abandona el ministerio. Y con él, la única apuesta nuclear de todo el ejecutivo. Tras su salida hacia la candidatura a la presidencia catalana, el gobierno decide cerrar la central nuclear de Garoña al tiempo que anuncia que no habrá alargamiento de la vida útil de las centrales nucleares. El nuevo ministro, Joan Clos, cede frente a los ecologistas en su primera decisión de gobierno.
Por cierto que el socialismo mesetario empieza a tratar de atar corto a Montilla: No me gusta ERC como socio y Montilla no volverá a repetir el error, señalaba este domingo el presidente castellano-manchego, José Manuel Barreda que aprovecha para calificar de frasecita inoportuna la pronunciada por Maragall en relación al estado residual.