El diario La Vanguardia publica en su edición del lunes una encuesta donde la mayoría de los españoles se muestra contrario a la nueva ley del aborto de Zapatero, en especial por aquello de las que las adolescentes de 16 años puedan abortar sin conocimiento de sus padres.

Es curioso el efecto dormidera que afecta a la población española en la cuestión de fondo. Porque el hecho de que una adolescente pueda abortar sin conocimiento paterno no es lo peor: lo que peor es que aborte.

Además, esta ley ha sido hecha para fastidiar, para resaltar lo chulescos que son los aborteros y para dar una sensación de impunidad en el homicidio del más inocente e indefenso. En serio, esa ley es más restrictiva que la anterior. Otra cosa es que, como el nuevo texto va a resultar, como el anterior, un fraude de ley, porque los mercaderes de la muerte son muy mentirosos, habrá aborto libre en cualquier momento de la gestación.

En cualquier caso, el estudio de La Vanguardia realizado por Noxa, instituto controlado por el socialista Julián Santamaría no ha podido ocultar la chapuza de norma que se nos viene encima. Además, sopla una ráfaga de esperanza porque, al parecer, la gente no se acostumbra tan fácilmente a la barbarie, la nada importa nada y si importa qué pasa y si pasa qué importa.

No me cansaré de repetir que la lucha del movimiento pro-vida, siempre tildada de ultra, espuria o hipócrita -o de las tres cosas a la vez- ha servido para mantener la lucha y para que, cuando termine esta etapa abortera de la humanidad -que terminará antes que después, no lo duden-, los que vengan detrás no crean que el mundo se había vuelto, no loco, sino algo mucho peor: homicida.

Y también sirve la nueva ley -y así se refleja en la encuesta- para constatar que el sentido común, aún en un manicomio como el actual, imponga unos límites, los que sean, ese tipo de avisos que hacen exclamar a los menos necios: Hasta aquí hemos llegado, esto no. Cuantos menos límites tenga el hombre, mejor, pero si él mismo no se impone ninguno, entonces estamos ante el bárbaro.

Eulogio López

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