"Mayte, ¿qué haces complicándote la vida, metiéndote a concejal con dos hijas? No vale la pena. Te están manipulando". Son los comentarios que a menudo escucha Mayte Pagaza y todas las víctimas de ETA. Son las palabras del miedo, la cobardía y el terror. Son las "sin palabras" del silencio que pretenden pasar página y olvidar. Vivir el duelo y seguir adelante sin mirar atrás.
Pero las víctimas tienen sed de justicia. "Memoria, dignidad y justicia", decía Luis Portero en el Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo. "Hemos delegado la reparación en los órganos judiciales porque creemos que eso honra a nuestros familiares", señala Cristina Cuesta.
Y tienen sed de escucha. "Tenemos el derecho y el deber de pronunciarnos políticamente", señala Cuesta. Y así gritan que la sociedad está hastiada de tanta violencia, que el Estado ha pagado tarde y en dinero, y que los pueblos que miran a otro lado son pueblos muertos. "El que enarbola una pistola es un ignorante que no encuentra razones para seguir viviendo", afirma encendida Conchita Martín.
Pero lo que más impresiona es la fortaleza y serenidad de las víctimas. El ejemplo social para construir una sociedad sobre mimbres de respeto, fortaleza, justicia y generosidad. "Sabemos que Dios llora con nosotros y es cabeza de lista de la paz", afirmaba conmovida Conchita Martín tras afirmar que las víctimas son de "carne, lágrimas y hueso". Un dolor que redime y construye cuando se abandona el odio que asfixia. "Queremos transformar la muerte en vida", señalaba Luis Portero que relató cómo los restos mortales de su padre sirvieron para salvar seis vidas. Vida frente a muerte. Fortaleza frente a mediocridad. Justicia frente a miseria. Y palabra frente al silencio cobarde y/o cómplice.