Habrá que repetir, por enésima vez, que los soldados españoles llegaron a Iraq cuando todo había acabado, y que realizaron las mismas funciones de ayuda que ahora libran en la guerra "legal" de Afganistán. Pero como estoy totalmente de acuerdo en que Aznar no debió apoyar a Estados Unidos en la injusta -lo de legal me importa poco- guerra de Iraq, pues bien, aceptémoslo.
En resumen, Anasagasti acusa al Rey de no intervenir, de no utilizar el papel mediador que le atribuye la Constitución, ergo, de no haberse colocado entre Aznar y la izquierda -y los nacionalistas- para oponerse al envío de tropas.
Antes era inconcebible, pero al Rey le llueven las críticas. La derecha -un poner-, la crítica continua de Federico Jiménez en la COPE, considera que el Rey no ha ejercido su papel "mediador", para recortar el Estatut catalán. Si no sirve para eso, viene a decir, no nos sirve para nada. El libro de Luis Herrero, con palabras de Adolfo Suárez, no especialmente gratas para el monarca, se sitúa en la misma línea.
El socio-nacionalismo le imputa haber cedido ante Aznar y no habernos sacado de Iraq. Si no sirve para eso, dice Anasagasti, no sirve para nada. Y apostilla, el sistema hereditario es del siglo XIX, en el XXI hay que elegir al Jefe del Estado en las urnas. Tercera República.
Hay un tercer grupo, que podríamos llamar el de "los valores" (no bursátiles) que también está alejado de la monarquía y no duda en criticarla abiertamente. Ese grupo es más opuesto al príncipe heredero que a Su Majestad, y su postura se ha consolidado tras el sorprendente matrimonio de SAR, que colocará a doña Letizia Ortiz en el Trono. Con cada uno de sus gestos, Felipe de Borbón se ha convertido en el Rey de los Progres -que no de los pobres, se lo aseguro-: su filosofía es la ausencia de filosofía, su cosmovisión el relativismo ramplón y su único mandamiento la preservación del medio ambiente.
A este tercer grupo tampoco le gustan las exhibiciones de poderío económico de la familia real y su desconexión con la vida real. En definitiva, son los que piensan que la monarquía es, ante todo, un referente social, y que las referencia que emite la Casa del Príncipe no son las más loables. Significativo: El País se convirtió de inmediato en el gran valedor de doña Letizia.
Tres frentes pueden ser demasiados frentes, hasta para un monarca. A todo ello, hay que unir, que el heredero no cuenta con el capital público de Juan Carlos I, piloto de la transición hacia la democracia y prestigio internacional. Sólo que Don Felipe, al parecer, no lo sabe.
No soy un acendrado monárquico, pero una institución que ha durado más de un milenio -según se mire, ciertamente-, a lo mejor merece la pena que vuelva a ser una referencia social y que ni izquierda ni derecha la utilicen en su beneficio.
Eulogio López
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