Sr. Director:
La cuestión de las criaturas que resisten a la interrupción voluntaria del embarazo y son desamparadas para que fallezcan, es un asunto fiero que el negocio lucrativo de la cultura de la muerte pretende silenciar, pero que cada lapso de tiempo aqueja a millares de criaturas; unas 1.000 en Inglaterra, cada año.
Los regentes de los hospitales de obstetricia y ginecología de cuatro centros universitarios de Italia han rubricado un testimonio en el que se obligan a poner todos los recursos para preservar a los niños que venzan a un aborto.
"Ante la hipótesis de que un feto sobreviva a un aborto, hay que tutelar la vida del niño y garantizarle todos los cuidados médicos necesarios para que siga con vida", dice el protocolo aprobado por las universidades laicas; La Sapienza y Tor Vergata y las católicas; Campus Biomédico y La Cattolica, durante la Jornada por la Vida celebrada en Roma. "¡Un recién germinado, en situación de peligro, es un aquejado y a los pacientes se les protege!".
Con los pequeñuelos apresurados, que hayan sido paridos de forma usual o inducida, el facultativo debe revivir al feto, a menos que se avispe con claridad que se trata de un sadismo terapéutico.
En Inglaterra, el Gobierno lo ha reconocido. Según la investigación CEMACH del National Institute for Health and Clinical Excellence, se afirma que "existen muchos bebés que han sobrevivido al aborto".
Estas criaturas resistentes al malparto, para que expiraran, yacieron desatendidas sobre un metal gélido. La mitad murieron apenas una hora. Pero se conoce lo sucedido a un niño que tardó diez horas en fenecer.
¿Cómo es posible que una madre goce de unas entretelas tan despiadadas, para abandonar a su hijo a exhalar el último suspiro ante su mirada indiferente? La explicación está en los fanales, en no avizorar.
Clemente Ferrer Roselló
clementeferrer@yahoo.es