Como soy asturiano, recuerdo que el 8 de septiembre era la festividad de la Virgen de Covadonga, que no se sabe si es la fiesta regional asturiana pero debería serlo. Allí comenzó la Reconquista y con ella la configuración de España frente a los invasores musulmanes. Una Reconquista que, por muchos intereses económicos y políticos que albergara, es, ante todo, la lucha de unos cristianos por recuperar el reino cristiano hispano-godo, unas de las grandezas jurídicas y políticas más olvidadas de nuestra historia.

El martes 11 de septiembre se celebra la Diada, fiesta catalana que, por cierto, conmemora una derrota. Quizás de ahí viene el victimismo nacionalista de Convergencia.

En esas ha surgido el obispo de Solsona, Xavier Novell (en la imagen), y nos ha explicado, ante una Iglesia repleta de fieles, incluso políticos -que también pueden ser fieles: difícil, lo sé- lo siguiente: "Dejadme que lo diga más claramente: estar a favor de la independencia de Cataluña es perfectamente legítimo moralmente y, por tanto, los católicos, si lo desean, puede ser independentistas".

Gran revuelo en los círculos que confunden fe y patriotismo. Pero no entiendo por qué.

Muy cierto señor obispo, un católico puede ser independentista catalán. ¿Y qué? Lo importante no es que un católico pueda ser independentista sino que un independentista puede, y hasta debe, ser católico.

El principio primero es éste: para un cristiano, lo primero es Cristo, luego Cataluña -o España-. Si no, se acaba en el fascismo. Sí, no es una exageración.

Cuidado con el fascismo, aunque sea representado por políticos de derechas de toda la vida. ¿Qué es el fascismo? El fascismo es la divinización de la nación, convertir a la nación, o a la patria (sí, ya sé que no es lo mismo pero dejemos eso) en el valor absoluto o la verdad absoluta, en dios. Y no lo es.

Yo por ejemplo soy español y a mí nadie me quita mi Cataluña.

Claro que un católico puede ser independentista catalán, de la misma manera que un católico puede ser del Madrid y del Barça. Pero lo importante es la jerarquía de valores, porque es la que da sentido a la vida. Ama a Cristo y haz lo que quieras. Todo lo demás es opinable para un cristiano, y deja de serlo cuando la opción elegida atenta contra la única ley de la caridad.

¿Por qué se está dando tanta descristianización entre los nacionalismos vasco y catalán? Pues por eso mismo, porque han colocado su ideal soberanista por delante de Cristo. Y enseguida comprueban que Dios nunca se deja utilizar como medio para nada: tampoco para fines maravillosos.

Dicho esto. Hombre, no sé si resulta adecuado que los obispos, sucesores de los apóstoles, entren en lecturas políticas en vísperas de la Diada pero lo que ha dicho el titular de la diócesis de Solsona es muy cierto: un católico puede ser independentista catalán, vasco 'quebequiano'. Sólo que primero debe ser cristiano, luego independentista.

Pero como yo no soy obispo, sino laico, periodista -mala gente- entro en el asunto político y no me quedo en el pastoral. Es decir, en mi terreno. Cuando el obispo de Solsona habla de moral le escucho como alumno, cuando habla de política le discuto como periodista. Decir que un cristiano puede ser independentista no es una reflexión política, sino doctrinal. Asegurar que el pueblo catalán está oprimido es una opinión política. Pedirle pacto fiscal, también.

Asegura monseñor Novell que el pueblo catalán está oprimido y maltratado económicamente. No es verdad. La democracia es que manden las mayorías, asegura monseñor Novell. Es verdad aunque incompleta. La democracia se distingue por el mando de la mayoría y el respeto a las minorías. La democracia moderna es el respeto a los derechos individuales de todos pero, sobre todo, de cada uno.

Empecemos por el argumento económico. Si los catalanes aportan más al conjunto de los españoles es porque tienen más ingresos. De la misma forma que los catalanes ricos aportan más que los catalanes pobres al conjunto de Cataluña. Madrid por ejemplo, aporta relativamente más que Cataluña, y lo mismo sucede con Navarra, Rioja o Euskadi, sencillamente porque tiene más renta per cápita que Cataluña. Y no es injusto: lo injusto sería que los ricos aportaran lo mismo que los pobres. De hecho, a mí los que me parecen injustos son los conciertos vasco y catalán.

Vamos con la política. Sí, democracia es el respeto a la mayoría. Ahora bien, ¿quién define la mayoría? Dos elementos: en primer lugar el respeto a los derechos humanos. Por ejemplo, monseñor: yo apoyo un golpe de Estado si un partido fundamentalista islámico o un partido nazi (como ya ha ocurrido) logra el voto mayoritario en un país. Precisamente, porque sería la democrática mayoría la que termine con la democracia, es decir, con el respeto a los derechos humanos que no es otra cosa que la plasmación de la redención del hombre en el calvario. El hombre es sagrado porque Dios le ganó esa excelsa dignidad.

En segundo lugar, ¿quién fija la mayoría? ¿Quién debe votar la independencia de Cataluña o su mantenimiento en España? ¿Los catalanes? Pues mire, yo me niego. Como español me siento tan catalán como un nacido en Sabadell. A mí, los nacionalistas no me quitan mi Cataluña.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com