Fíjense ustedes: ahora toda la prensa comecuras y todos los teólogos progres se dedican a alabar a Benedicto XVI. Antes era el inquisidor, ahora es el "cordero rodeado de lobos". En esta frasecita elevada, en vísperas del cónclave, a titular coinciden tanto los progres de izquierda, El País, como los progres de derechas, es decir, El Mundo.
Miren qué cosas: el lobo se ha convertido en cordero, el inquisidor en torturado, el nazi en judío. Esto demuestra lo ecuánime que es la progresía, heredera social del modernismo, la herejía de hoy y madre de todas las herejías, que sólo tiene un dogma: no hay más Dios que el hombre, particularmente el hombre que suscribe tan originales conclusiones.
Por las mismas, resulta que ese mismo Nuevo Orden Mundial anda muy atareado: tiene que comenzar a elaborar informes para buscar basuras en la historia de cualquiera de los 115 cardenales electores y de donde, muy probablemente, saldrá el electo. Un trabajo agotador: hay que buscar cualquier resquicio para denigrar al futuro Papa, en especial, si tiene algo que ver con la pederastia, el gran triunfo de la cristofobia y la mayor manipulación que se recuerda. Si la pederastia clerical es terrible, aunque tan sólo se hubiera dado un caso, también es terrible la manipulación cristófoba organizada a su alrededor, donde la exageración supera toda náusea posible.
Y qué decir de uno de los cardenales más queridos por gentes de bien, por ejemplo, el obispo de Boston, Sean O'Malley. El hombre que acabó a lo bestia con la pedofilia de algunos de sus clérigos es presentado hoy como el rector de un obispado contaminado por la pederastia.
En cualquier caso, pedíamos un Papa jocundo. Desde luego Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, lo es. La carta enviada a sus feligreses, demuestra su jovialidad y su profundidad, todo a un tiempo.
Y en esta atmósfera, me van a permitir que yo también haga mi particular retrato robot del Nuevo Papa. A la condición ya anunciada, la de jocundo, añadiría otra: que sea un Papa mariano.
Ni juventud, ni dotes de gobierno, ni extra curia: quiero al más devoto de María, el que tenga el rosario como oración de cabecera. San Josemaría, el fundador del Opus Dei, aconsejaba desconfiar de toda institución cristiana -añado yo: de todo cristiano- que no tenga esa señal: la del amor a la Virgen. En positivo, si los cardenales quieren elegir al mejor, que elijan al más mariano.
Un consejo que sirve para todos los tiempos pero especialmente para éste. La Santísima Virgen ha alcanzado un papel clave en la era moderna. Votemos al más mariano.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com