Aún sin el refrendo parlamentario, siguen cayendo nuevos bancos en Estados Unidos. La gran paradoja: Bush forma piña contra los demócratas contra sus correligionarios republicanos. En el primer debate Obama-McCain se impuso la mediocridad: McCain no se atreve a romper con la plutocracia mientras el pacifismo de Obama provoca desconfianza

¿Quién ganó el primer debate? Según las encuestas a pie de tribuna, fue el candidato demócrata, aunque sus seguidores están un tanto desilusionados porque llegó al encuentro de Misisipi con más puntos de ventaja de los que salió, y por una segunda razón: Obama volvió a mostrarse como un pacifista, algo que puede gustar en Europa pero no en Estados Unidos. Este pacifismo es uno de los elementos que alienta el famoso voto oculto republicano, porque ser republicano no resulta correcto hoy en los Estados Unidos. Buena prueba de ello es que la mayoría de los encuestados dan la victoria a McCain precisamente en ese punto: pueden estar contra la guerra de Iraq pero no les gusta el pacifismo de McCain. Dicho de otra forma: más que contra la guerra de Iraq están contra la forma en que Bush la ha ejecutado.

Por su parte, McCain se mostró firme en su faceta de héroe americano, pero sigue arrastrando una cierta imagen de senilidad.

En cualquier caso, en el debate se impuso al mediocridad, precisamente cuando se echa de menos un cierto radicalismo, dado que la crisis financiera es radical y está afectando de lleno a la economía real. Aquí surge la gran paradoja: el presidente Bush, el rey de los ultraconservadores, el discípulo aventajado la ideología neoco, ha dejado de ser conservador para la atónita y confusa prensa europea. Es decir, Bush se ha aliado con Obama y los demócratas, en una plan que pretende esquilmar a la ciudadanía norteamericana -por 700.000 millones de dólares- para seguir manteniendo el tinglado de Wall Street, la especulación financiera que lastra la justicia social en el siglo XXI.

Son congresistas y senadores republicanos los más fieles a sus principios de responsabilidad individual y de que no hay que subir los impuestos para que la ciudadanía pague la codicia de la clase dirigente de Wall Street. Pero el sentido común se cuela por cualquier resquicio, y así, el asesor económico de Barack Obama, James K. Galbraith -hijo del archifamoso John Kenneth Galbraith, asesor de John F. Kennedy- se destapaba el viernes con un artículo en The Washington Post tildando al plan con un adjetivo demoledor: innecesario. Obama, por contra, apoya el plan de la Casa Blanca, realizado pro un millonario procedente de la especulación de Wall Street, como es Henry Paulson, y por otro millonarios como el propio Bush, la mencionada Nancy Pelosi o los millonarios Clinton. Pero recuerden la clave del engaño: los plutócratas dicen que lo hacen por los ahorradores -por ejemplo, participes de fondos de inversión- a los que ellos mismos han introducido en la rueda de la especulación sin explicarles donde invertían su dinero. Eso sí, el ahorrador lo es una vez que ha cubierto sus necesidades primarias. El inversor en activos financieros puede no ser rico, pero no es impecune, aunque sería el perdedor inocente si se opta por dejar quebrar a los especuladores.

En cualquier caso, como una muy ilustrativa del mapa ideológico en el que se desenvuelve el mundo moderno, este fin de semana ha servido para escenificar una compromiso histérico entre los demócratas, con Obama y Nancy Pelosi -otra millonaria- a la cabeza de los favorables el plan plutócrata, mientras los que la prensa europea llama ultraconservadores defienden a los ciudadanos de a pié del expolio de los ricos y, con toda razón, afirman que los bancos que se han dedicado a la orgía de la especulación deben quebrar y en paz.

No sólo eso, la barbaridad del Plan Bush parece haber topado con un duende tan cruel como previsible. Así, mientras Bush intenta forzar un plan para el salvamento de media docena de entidades los bancos se siguen desmoronando. Así, la semana laboral anglosajona concluía con la broma macabra de JP Morgan Chase haciéndose con Washington Mutual -con las preceptivas ayudas públicas, naturalmente- y del Citi negociando la adquisición del Wachovia, el cuarto banco del país que, al igual que el Citi, eran bancos domésticos, no de inversión, pero que también les dio por dedicarse a la especulación y se han caído con todo el equipo.

¡Guay de crear precedentes! El mundo se encuentra ahora con la posibilidad de de terminar con la especulación financiera o permitir que ésta acabe con la economía mundial, Porque no cabe duda de que si se aprobara el plan de Bush, la especulación seguirá dominando los mercados, que se convencerán de que si vuelven a pasarse, Papa-Estado, es decir,toda la ciudadanía, volverá a sacarles las castañas del fuego. La única posibilidad justa es dejar que quiebren las firmas de Wall Street. Pero sólo lo proponen los ultras. Si McCain -que no parece- tuviera la entereza de resistir las presiones de los plutócratas, es decir, de parte de sus compañeros republicanos y de todos los demócratas, a lo mejor le ganaba la partida electoral a Obama. Naturalmente, éste piensa que no, que si permite que alguien pierda sus ahorros no le votará: ahí está la lucha entre la coherencia y la demagogia.

Como asegura el director de Hispanidad, Eulogio López, es el momento de elegir entre Plutocracia -lo que pretenden Bush, Obama y no sabemos si McCain- y la democracia, que es lo que escogen congresistas y senadores republicanos, los últimos conservadores, calificados por el Sistema como ultraderechistas... de los que debemos deducir que George Bush se nos ha vuelto progresista.