Es curioso, porque, por general, los admiradores son más jóvenes que admirados pero, en este caso, se invierten los términos -no es una expresión homófoba-. ZP pertenece a la Generación "X", la generación perdida tras la marea progre. El líder suele mirar al futuro y atraer a sus seguidores, pero con el Zapatismo ocurre justamente al revés: es el líder quien mira al pasado, hacia la Sorbona del 68 y hacia la tontuna indulgente del ‘hipismo', enfermedades que, como la adolescencia, se curan con el tiempo.
Otra curiosidad, hasta ahora, tanto la izquierda como la derecha tenían claro que la experiencia del mayo francés había sido un desatino que convenía olvidar. Recordemos que los sindicatos obreros franceses enseguida se desentendieron de un movimiento al que calificaron con gran acierto como "gamberrismo". Su lucha era por la justicia social, no para que unos jovencitos pudieran fornicar.
Con el Mayo francés, la izquierda se convirtió en progresismo. La lucha contra la pobreza se cambió por la lucha por la desesperanza, y por una anti-ideología que podríamos resumir así. "Abajo los curas y arribas las faldas". El progresismo es la aniquilación de la izquierda política.
Pues bien, ZP ha vuelto al progresismo y le apoya la generación progre. Quizás lo más llamativo es que, si hay un nota distintiva del mayo francés es la desesperanza, las vidas destrozadas, amargas, de Sartre, Marcuse, Sontag, Foucault, Beauvoir, evocan cualquier cosa menos la alegría que Zapatero pretende vendernos como signo distintivo del zapatismo. Si algo distingue al progresismo, es la desesperación, estación término de quien no encuentra un sentido a su vida.
Bueno, tampoco conviene olvidar al artista invitado, Luis Montes, muy creativo en materia de sedaciones. Un verdadero artista, asimismo correspondiente a la Generación del Mayo francés.
Eulogio López
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