La reputación corporativa se impone como concepto relevante en el mundo empresarial
No entremos en cuestiones morales -por esta vez-, ahora tan solo hablo del prestigio corporativo. Algo que las empresas deben cuidar en tiempos de bonanza y de crisis, probablemente más en éstos que en aquéllos.
Tres ejemplos de empresa a cuál más prestigiosa: ¿qué hace la farmacéutica Bayer vendiendo la Píldora del Día Después? En este caso, es especialmente culpable porque compró Laboratorios Schering, fabricante de la Postinor en régimen de monoproducto.
Otro caso: El Corte Inglés alquila espacios de TV, los mismos que emplea para la venta televisiva, a brujas, hechiceros, adivinos y demás farsantes (estafadores o algo peor) que inundan las pantallas televisión para incautos y majaderos varios. Personajes que se aprovechan de la credulidad o la ansiedad de pobres ignorantes desesperados.
Tercero: Telefónica se plantea vender porno a través de sus canales de TV-IP o de televisión convencional. Al parecer, algunos directivos de la operadora tienen la misma visión que los gringos sobre Iberoamérica: gente primitiva obsesionada con el sexo.
Por reputación corporativa, sin acudir a otros principios, convendría que el Consejo de esas multinacionales se replanteara la situación, porque la esencia de una empresa es el producto que aporta al bien común... o al mal común.
Eulogio López
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