He leído un interesante libro escrito por Clara Lejeune-Gaymard, La dicha de vivir – Jérôme Lejeune, mi padre, en el que narra episodios que ella recuerda de su vida familiar y profesional.
Dice en el inicio: "Tuve por padre a un hombre fuera de lo común que, por convicción, eligió un destino perdido de antemano; un pesimista cuyo realismo estuvo imbuido de una inmensa esperanza. En un mundo en el que sólo se oye hablar de dolor, de miseria e injusticia, ¿se puede decir también que la vida es bella, y muy bella".
Jerome Lejeune, el conocido científico e investigador francés descubrió en 1959 el cromosoma 21 responsable del síndrome de Down. Es considerado el padre de la genética moderna. A los 38 años, siendo el catedrático de Medicina más joven de Francia, tuvo a su cargo la primera cátedra de genética fundamental.
Recordando anécdotas de sus vivencias familiares, Clara Lejeune cuenta cómo los padres de algunas de sus amigas se compadecían diciéndole: "Qué difícil os debe resultar ser hijas de un padre famoso, con una personalidad tan fuerte, y con todas esas conferencias que va dando por el mundo entero." No sabían que junto a él y mi madre disfrutamos de una infancia maravillosa.
A pesar de su intenso trabajo investigador y de la atención a sus pacientes y familias, volvía todos los días a casa para comer con sus hijos, renunciando a esas "comidas de negocios" que facilitan relaciones útiles para el futuro de un investigador. Y todas las noches estaba de vuelta para cenar en casa.
Y, después de cenar, el doctor Lejeune le contaba a su familia cómo le había ido el día. Surgían debates y conversaciones interesantes. Era una casa abierta a los demás, se prodigaban las invitaciones a comer y la familia tuvo contacto con personalidades de Francia y del extranjero e, igualmente, con amigos de cualquier miembro de la familia.
El doctor Lejeune tuvo una muy estrecha relación con sus pacientes y sus familias. Muchos de los matrimonios que acudían a él por vez primera acababan de enterarse de la minusvalía de su hijo y se sentían desamparados y al límite de sus fuerzas. Uno de los relatos: "El profesor nos recibe con una sonrisa. Es cortés y amigable pero respetuoso. Se vuelve hacia el bebé y lo toma en brazos, y se dirige a él por su nombre.
Nos explica todo: en qué consiste la minusvalía y cuál es el futuro para él y para nosotros. Nos tranquiliza y tiene respuesta para todas nuestras preguntas. Antes de marchar, nos dice que la próxima vez vayamos con sus hermanos para explicarles ya que tienen derecho a saber y a comprender. Nosotros nos vamos con nuestro bebé mucho más serenos. ¡Nos he hecho descubrir nuestro amor de padres!
En un congreso internacional de salud celebrado en Nueva York en 1971, al que asistió como experto francés en relación a las consecuencias de las radiaciones atómicas en el ser humano y su descendencia, se abrió el debate sobre el aborto con los habituales argumentos: la mortandad de mujeres por abortos clandestinos, la conveniencia de impedir que naciesen niños con malformaciones, evitar sufrimientos psíquicos y morales a las mujeres, etc.
El doctor Lejeune tomó la palabra para hablar del carácter único de ese niño cuya vida está en juego y cuya identidad jamás será suplida por la de ningún otro. Y afirma, en pleno recinto de la ONU: "Esta institución para la salud se ha convertido en una institución para la muerte". Esa noche, como tantas otras, escribe a su mujer diciéndole: "Esta tarde he perdido el premio Nobel." No se andaba con contemplaciones y decía: "Para excusar el asesinato han inventado la increíble hipótesis de que no se está matando a nadie. Han logrado divulgar entre la opinión pública la insólita idea de que un niño de dos meses, un niño de diez semanas, no es humano ni tiene vida."
La lectura de este libro la enlacé con la asistencia a una reciente tertulia en El Pimpi en la que Marta Busto, presidenta de una asociación que ayuda a la mujer embarazada, habló sobre REDMADRE: Un sí a la vida.
Explicó que se trata de una fundación creada en 2007 e impulsada por el Foro de la Familia, a nivel nacional, con el propósito de activar una red solidaria de apoyo, asesoramiento y ayuda a la mujer para superar cualquier conflicto surgido ante un embarazo imprevisto. Ofrecen: mediación familiar, bolsa de trabajo, ayuda psicológica, ecografía y seguimiento del embarazo, asesoramiento jurídico, residencia y hogares de acogida, atención pediátrica, etc.
REDMADRE cuenta con voluntarios de distintas profesiones: médicos ginecólogos, abogados, trabajadores sociales, psicólogos y muchas otras personas que colaboran para proporcionar ropa de bebé, canastillas, cochecitos, pañales, leche, etc. Está en colaboración con otras entidades y asociaciones, y se esfuerza en difundir ante la opinión pública la necesidad de ayudar y apoyar a las mujeres embarazadas con problemas.
El objetivo es conseguir que esta red se convierta en una verdadera alternativa que permita a la mujer actuar con auténtica libertad a la hora de decidir sobre la vida del ser que lleva dentro. Sede en Málaga: Avda. de la Rosaleda, 3 -1º A.
Carlota Sedeño Martínez