El anarquismo -y España es el único país donde el anarquismo triunfó, allá por la II República- es una contradicción en sí mismo, porque pretende ser una organización política sin organización alguna.
La verdad es que no sé a quién beneficia este movimiento de gente harta -no me extraña nada- con los partidos mayoritarios pero se ha convertido en el jefe de la campaña para las municipales y autonómicas del 22-M. Si fueran un coro de vocingleros, el PSOE y el PP no se preocuparían tanto por ello.
En cualquier caso, el movimiento popular ha puesto de moda el término "regeneración" del país. Muy necesario esto de la regeneración, pero tremendamente equívoco. Por ejemplo, ayer oí en Telemadrid al insigne Pedro Schwartz que la regeneración que España necesita consistía en aumentar el número de diputados y, de esta forma -no se cortó un pelo, el tío- aumentar el poder de los grandes partidos, PP y PSOE, en detrimento de los nacionalistas.
No me parece a mí que los de la Puerta del Sol tengan mucho de nacionalismo soberanista pero en cualquier caso, don Pedro arrimaba el ascua a su sardina. ¿Quién ha dicho que regeneración es bipartidismo? Yo diría que es lo contrario. A veces pienso que esos aristócratas del pensamiento dominante, tanto de izquierdas como de derechas, consideran que la democracia es algo así como un divertimento que el poder donosamente otorga al pueblo para que deje de dar la lata. Así, se trata de que los ciudadanos elijan entre dos opciones que, por cierto, se parecen más de lo justo y mucho más de lo necesario, y que, en pocas palabras, pasen por el aire. Don Pedro entiende la democracia como un espejismo de la libertad.
Pues no. La generación política de España pasa por la existencia de más partidos, no menos, para que haya más pluralismo, no menos. Pasa por reducir las barreras de entrada al sistema de gente que no coincida con el pensamiento único imperante, marcado por el relativismo de PSOE y PP y por la tontuna independentista de los nacionalismos radicales (no, no son dos pensamientos, porque el segundo no piensa mucho).
Y la regeneración pasa por reducir el tamaño del Estado y aumentar el de la sociedad. En otras palabras, no por aumentar el número de diputados sino por reducirlo, así como el número de instituciones públicas y el sector público en su conjunto. No son necesarias dos cámaras legislativas, ni 17 parlamentos autonómicos, ni 17 defensores del pueblo, ni un Tribunal Supremo y otro Constitucional. Los políticos no tienen que cambiar, tienen que mutilarse.
Y la regeneración también exige, yo diría que antes que ninguna otra cosa, limitación forzosa de mandatos para gobernantes e incluso para legisladores y órganos de control jurídico. Para todo lo público.
Y también precisa de listas abiertas y terminar con la abominable disciplina de partido.
Es decir, que la regeneración política -la social e individual exige mucho más- pasa por lo contrario de lo que algunos proponen al rebufo del movimiento antisistema. Justo lo contrario.
Y sí, también exige reducir algo más: el sector financiero -no confundir con la actividad bancaria doméstica-. También en eso tienen razón nuestros acampados.
Eulogio López
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