Cuando un joven apuñala a otro porque dice que le debe 5 euros, como es el caso de Salvador Cortés, el pasado mes de febrero, en Fuengirola.
Cuando una adolescente acaba con la vida de una compañera de colegio, no hace mucho en Seseña, y como todos sabemos no son éstos los únicos asesinatos provocados a manos de menores. ¿Qué está pasando? ¿Qué podemos hacer los padres, los profesores, la administración, en fin la sociedad en general para evitar este aumento de la agresividad y violencia en nuestros niños y jóvenes?
Dicen los expertos que hace falta una reforma de la ley del menor, porque hasta ahora para lo que ha servido es para alentar en lugar de proteger. Y, por supuesto se necesita una buena enseñanza en valores tanto en los colegios como en los hogares.
Cuando a los niños y jóvenes se les inculca una buena educación, su efecto pervive y se desarrolla a lo largo de sus vidas. Aquello que se coloca en el corazón de esos proyectos de hombres y mujeres, determinará el futuro de los hombres en nuestra sociedad. Porque según la semilla que se arroja en tierra, tenemos una cosecha u otra.
Estas son las consecuencias de la falta de valores, cuando hemos quitado la formación religiosa de las escuelas y los hogares. La religión ayuda a valorar y respetarnos entre sí.
Si para ellos no hay Dios, si existimos por azar en un mundo meramente fáctico, sin más norma que la casualidad, entonces todos los valores son relativos. El resultado, está servido.
Carmen Ramírez