Del Anteproyecto de "Ley de Protección de la vida de concebido y derechos de la embarazada" no entiendo la alegría de muchos pro-vidas institucionales y "morales", ni el aplauso de los medios de comunicación próximos al PP, ni que los socialistas la critiquen tan fuertemente cuando viene a ser su propia ley.
Es perverso el título que se ha dado a la reforma de la ley de aborto; saben bien los del PP que en el título es con lo que muchos se quedarán, y así, convencidos de que por ley se defiende la vida, no entrarán a leer su articulado, donde lo que se dice es precisamente cómo y en qué circunstancias se le puede quitar la vida al concebido.
Los socialistas consideraron en el 2010 que al concebido se le podía quitar la vida en determinados plazos y el PP retoma la ley socialista de 1985 y considera que se le puede matar en determinados supuestos. Plazos o supuestos, unos y otros aceptan, avalan y permiten acabar con la vida del concebido en determinadas circunstancias. A medida que se lee el anteproyecto, menos se entiende el enfado de los socialistas y la alegría de muchos pro-vidas.
Paradójicamente, esta ley que dice defender la vida, retrocede en la persecución de aquellos que la quitan. Con la ley Aído, la mujer que abortaba fuera de las circunstancias previstas era corresponsable del aborto ilegal; con la nueva ley se excluye siempre de toda responsabilidad penal a quien es la autora material e intelectual del delito y se condena siempre al concebido.
Legalmente, la mujer no ha de tener ya ningún miedo a abortar. Nadie nunca nada le dirá y ella sola toda su pena y culpa llorará. Perdonarse a sí misma, cuando tú sabes que eres culpable es muy duro: vives perseguido por ti mismo. Una ley pro-vida no puede ser otra que la derogación de cualquier ley de aborto.
Con esta estéril reforma, con la que seguirán asesinándose cientos de miles de niños, el PP, sin complacer a nadie, ratifica el aborto en España. Con esta estéril reforma nadie esta contento y todos perdemos.
Rosalía Cortes