Ya lo decía Pío Cabanillas cada jornada electoral: Todavía no sé quién pero seguro que hemos ganado. O como ocurrió con la Bolsa durante el durísimo trienio (durísimo para los especuladores) 2001-2004: miles de millones de euros se habían evaporado pero nadie había perdido en Bolsa.
El telediario de las 9 de la noche de la televisión pública, presentado por Helena Resano, comenzó con una extraordinaria sonrisa de la locutora, sonrisa prendida de estas palabras: España ha votado sí a Europa. Todavía no había cifras oficiales. Que no llegaron hasta las 21:30 horas, pero el titular ya estaba hecho de antemano : "España vota sí".
Lo cierto es que, con el cien por cien de los votos escrutados, el resultado es el siguiente: un 76,73% votó afirmativamente, un 17,24% dijo no y un 6% optó por el voto en blanco.
Pues bien, en algunas encuestas del CIS realizadas durante 2004, el No apenas se había levantado por encima del 5% de los sufragios. En la práctica, el "No" se ha más que triplicado respecto a las expectativas. El CIS presentó, en el verano del pasado año, un sondeo que hablaba de más del 90% de votos afirmativos, cuando al final se han quedado en el 76%. El voto en blanco nunca había alcanzado la cota del 6%.
Pero lo peor ha sido la abstención. El reguero de muestras del Centro de Investigaciones Sociológicas y de la Fundación Elcano, ambos controlados por el Gobierno, han ido proporcionando a lo largo del pasado año y las primeras semanas de 2005 un rastro de pérdida de votos. Todos los estudios de opinión decían lo mismo: a los españoles les importa un pimiento el texto constitucional. Tanto es así, que aún han votado menos en este referéndum, a pesar de tratarse de una Constitución, que en las últimas elecciones europeas, donde se alcanzó el 46%. Para ser el país más europeísta de la Unión, al parecer a seis de cada diez españoles les trae sin cuidado la ley más importante de entre las que van a regir su vida social. O Bruselas queda muy lejos o les queda muy lejos su vida social.
Las participaciones más bajas se dieron en Ceuta y Melilla. Lógico, las dos plazas españolas del norte de África no son Europa según el Tratado Constitucional.
Con todo, la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, y el ministro del Interior, José Antonio Alonso, decidieron que la verdad no son los votos, sino lo que se dice en televisión. Alonso, sin pestañear, llegó a afirmar que España ha demostrado que es un país europeísta, y vuelve a liderar el proceso de construcción europea. Fernández de la Vega decidió mentir más largo: El sí a Europa ha ganado en España por abrumadora mayoría. Al parecer, se olvidó de la abstención.
El Gobierno socialista planteó el referéndum del 20 de febrero como una gran mentira: se votaba una Constitución que no era una Constitución y el resultado de esa Constitución no era vinculante, es decir, el Tratado Constitucional se aprobaría independientemente de lo que digan los españoles. El fracaso terminaba en mentira: habrá Constitución Europea, esta Constitución, quieran o no quieran los europeos.
Pero el 20-F ha sido también un gran fracaso que ha terminado en una gran mentira. Hasta la Familia Real ha entrado en danza para apoyar el prestigio de un Gobierno que necesita justificar la forma tan rocambolesca como accedió al poder. El Gobierno Zapatero no ha permitido el menor debate. Al final, toda la manipulación informativa ha cosechado un 76% de un 42%.
Europa entera estaba pendiente de España. A buen seguro, han aprendido la lección.