En el plano internacional la Navidad ha venido marcada por noticias bien poco alegres. A saber:
En el lugar geográfico donde nació Cristo, es decir, donde la Eternidad se hizo historia, israelíes y palestinos aplican un alto el fuego no programado, dado que Palestina vive en guerra civil entre los hombres de Al Fatah y los de Hamas. Lo que nunca se recuerda es que la comunidad más damnificada por el enfrentamiento perenne entre judíos y palestinos es la comunidad cristianos de Tierra Santa, que sencillamente está desapareciendo de zonas como Belén, Jerusalén y Nazaret, ante los ataques de los palestinos y el mutismo de los hebreos.
Pero el ataque islámico contra Occidente tiene carácter global. Así, las sanciones de Naciones Unidas contra Irán y su programa nuclear, programa que muchas cancillerías consideran el escenario mejor situado para la III Guerra mundial, han sido sanciones de risa. La Rusia de Vladimir Putin ha neutralizado dicha sanciones y Teherán se muestra satisfecho por la división del mundo ante su amenaza nuclear. Moscú utiliza tanto el gas como el apoyo a tiranías islámicas como las dos palancas para recuperar la influencia perdida de la antigua URSS.
Líbano, un país de secular historia cristiana, corre serio riesgo de islamización forzosa. Los israelíes, que son los que mejor conocen a los musulmanes, consideran clave el enfrentamiento secular entre sunís y chiís. Hezbolá ha descubierto dos cosas: que ambos grupos musulmanes pueden hacer causa común frente al Occidente cristiano y que el modo de vencer al invencible ejército israelí es la guerra del siglo XXI, la guerra terrorista disfrazada de guerrilla. De esta forma, consiguen que la opinión pública internacional se eche encima de un Ejército obligado a matar a los civiles que los musulmanes utilizan como escudos humanos- para defenderse. Recientemente, la periodista Cristina López Schlichting, daba en el clavo cuando advertía que la paz en Iraq tendrá un precio que Estados Unidos, deseoso de salir del avispero, pagará con mucho gusto : la islamización del Líbano.
Los judíos, por su parte, se sienten muy agraciados por la ruptura de la alianza prevista entre el Régimen sirio, suní, aunque inclasificable por su tiranía laica, Irán y los chiítas iraquíes, a los que los marines han ganado su guerra contra los sunitas de Sadam Husein y a los que ahora desean laminar.
Más: los tribunales islámicos de Somalia instan a los musulmanes del mundo a unirse a su yihad contra Etiopía, mientras Occidente guarda silencio. Y por si fuera poco, el Gobierno de Sudán acepta el despliegue de las tropas de la ONU en la región de Darfur. Es decir, que pese al alto el fuego, los islámicos sudaneses, uno de los movimientos más crueles y salvajes de las últimas décadas, continúan abrasando a cristianos y animista en el Este de África.
Pero lo más grave de este ataque de la dictadura islámica contra el Occidente libre es el frente interno. Habrá que repetir que no vivimos en tiempos de conflicto de civilizaciones, sino una guerra civil en el Occidente cristiano, entre suicidas del tipo Zapatero, que pretenden entregar Occidente a los islámicos con tal de que nos les maten (el Síndrome del 11-M es aplastante). En España, los saudíes, los grandes enemigos del chiísmo iraquí, continúan financiando la construcción de mezquitas, mientras el Gobierno español no levanta la voz para exigir reciprocidad, es decir, para que los saudíes permitan a los cristianos edificar templos en Arabia, donde la mera posesión de una Biblia se puede llevar a la tortura y a la muerte.
Es el ataque global islámico contra la libertad reinante en el Occidente cristiano. Una de dos: o Zapatero no se ha dado cuenta o no quiere darse por enterado.
Eulogio López