En materia de especulación, para caer en la cuenta de que, como Vd. señala con acierto, hay que castigar a la actividad en sí y no a los especuladores como individuos, puede uno incluso especular con la idea de dejar la moral de un lado y ceñirse a los resultados prácticos.
Que Warren Buffett dijera que los derivados son armas de destrucción masiva financiera ya debió ser suficiente para que Wall Street fuera obligada a aparcar el círculo diabólicamente vicioso de titulación de activos tóxicos, empaquetamiento de los títulos, creación de vehículos estructurados de inversión y el largo etcétera que constituye esa burda cadena de comisiones que trasladan el riesgo a todo el sistema financiero internacional, forrándose ellos en el camino (bajo el paraguas sofisticado de presunta ingeniería financiera).
Los calvinistas WASP de Wall Street suelen hacer más caso a los razonamientos pragmáticos de gurúes financieros (que también les reportan comisiones a tutiplén) que a esa antigualla llamada moral. Con todo ello, yo agradezco a Hispanidad que ponga el acento en el aspecto moral del tema. Porque en el fondo, la razón práctica es la base de la moral (así lo pensaba un tal Kant, no precisamente distinguido por su vulgaridad intelectual, ni por su persecución al capitalismo ni por su pertenencia a la Inquisición).
¿Puedo decir nunca mais? ¿nunca mais? a la banca comisionista que convierte los máximos riesgos en papelitos que al final son colocados a los ahorradores de un villorrio cualquiera, enfermando finalmente a todo el planeta. Nunca mais, pues. Razón moral, razón práctica, y razón estética, porque mientras ellos siguen en sus limusinas o acaso Porches Cayennes, los hambrientos proliferan en Main street y sólo mi inefable Bob Dylan (que no es justamente de la ceja ni de la SGAE) lanza un disco de villancicos americanos cuyos beneficios presentes y futuros irán a parar a la oenegé Feeding América, dedicada a alimentar a los más pobres, y a otras oenegés de otros países que trabajan con el mismo objetivo.
Al menos 1,4 millones de americanos pobres recibirán cuatro millones de almuerzos durante las vacaciones navideñas gracias al disco, que se está vendiendo como churros.
Miguel Olábarri Gortázar