- El nuevo modelo económico que precisa España, y Europa, y con el que Rajoy no se atreve, es una mesa con cuatro patas: subir el SMI, salario maternal, fiscalidad para emprendedores y cuentapropistas y reducir el poder financiero.
- A partir de ahí, sí, los recortes y la reducción de subvenciones públicas… que no han hecho más que empezar.
- Si no se incentiva la natalidad, la civilización europea desaparecerá.
- Técnicamente, las medidas del PP son necesarias, pero siguen mirando al ajuste, no a la expansión. Lo peor: la congelación del salario mínimo.
- El flujo sanguíneo que mueve la economía no es el crédito sino la energía.
Esta es la historia misma de los tiempos de crisis, la historia arquetípica. Empecemos por el final: el paquete de medidas económicas revela que el PP tiene miedo a cambiar el modelo económico… que es justamente lo que debía hacer. Lo cierto es que casi todos los líderes occidentales tienen ese mismo miedo, pero el mal de muchos no parece el mejor camino para tiempos de crisis. A grandes males, grandes remedios, y la actual crisis no es una crisis coyuntural sino un fin de etapa, con toda la radicalidad de los fines de etapa… que exigen medidas radicales.
Y es que el paquete presentando por el equipo económico del Gobierno Rajoy proporciona una de cal y otra de arena. Estoy dispuesto a admitir que alberga más coherencia técnica que la política de Zapatero pero eso no es mucho, ¿verdad? Veamos:
El PP seguramente no ha mentido cuando acusa al PSOE de mentir sobre el déficit. Con cinco millones de parados el déficit tiene que ir hacia arriba. Ahora bien, el programa del PP no hablaba de subir impuestos sino de reducir gastos. Y encima la subida es superior en las rentas del trabajo que en las del capital y afecta, en toda la médula, a las clases medias. No sé cómo esperan que repunte el consumo.
Mejor hubiera sido subir el IVA a cambio de reducir las cuotas empresariales así como aumentar la presión fiscal sobre los rendimientos del capital mucho más. Recuerden que si no se reducen los impuestos laborales no habrá creación de empleo en España.
Está bien que los funcionarios trabajen más horas por lo mismo y aún mejor que se reduzca el número de funcionarios. Y aún está mejor que se reduzca el tamaño de la Administración central. No lo está tanto que se estiren los subsidios a los parados mientras se congela el salario mínimo en 641 euros mensuales, sin duda la peor decisión del Gobierno entrante y la más injusta.
Está muy mal que no se toque la tarifa eléctrica ni las primas a las renovables y al carbón nacional, los dos monstruos que han encadenado a la política energética española. Entre otras cosas, porque, en contra de lo que repite, el flujo sanguíneo de una economía no es el crédito, sino la energía.
Bien, muy bien viene la reducción de subvenciones a partidos políticos, sindicatos y patronales, pero un 20% no es suficiente. Lo lógico sería anularlas, todo tipo de subvenciones. Que cada cual viva de las cuotas de sus afiliados o de los que, a la manera del 0,7% de la Iglesia Católica y ONG: que sea el contribuyente quién decida qué partido político o qué sindicato financia.
Y así podríamos seguir con todas las medidas, una de cal y otra de arena. Ahora bien, todas ellas no dejan de ser parche que se coloca en una rueda de bicicleta ya bastante parcheada. Porque esta no es una crisis bancaria sino una crisis económica global y total, en otras palabras, una crisis moral, una crisis de injusticia social.
¿En qué consistiría un modelo económico alternativo? Pues no es coyuntural, desde luego. En un nuevo modelo, lo urgente no debe primar sobre lo importante. Y ese nuevo modelo, que necesitan tanto España como Europa es una mesa con cuatro patas. A saber: subida del SMI, salario maternal, fiscalidad para emprendedores y cuentapropistas y reducción del papel de los mercados financieros. A partir de ahí, sí, los recortes y la reducción de subvenciones públicas.
El principal problema de Occidente es demográfico: sencillamente, sin natalidad la civilización europea desaparece. Por tanto, el salario maternal, que, con ese u otro nombre, ya se está implantando en algunos países (especialmente Francia, Irlanda y Bélgica, además de Noruega) resulta imprescindible.
Las diferencias salariales, sobre todo entre salario mínimo y salario medio nos abocan al modelo chino, en el que la economía nacional (las cuentas públicas) marchan bien y las economías particulares marchan muy mal.
En tercer lugar, hay que reducir los impuestos para emprendedores y cuentapropistas, o trabajadores por cuenta propia según la denominación argentina. El mundo de los proletarios se acabó, y las grandes empresas son necesarias pero no crean empleo: antes bien lo destruyen y lo precarizan, por consunción o por externalización. El mundo del futuro es de los autónomos, de quien se ha buscado su propia máquina de facturar. Todas las medidas fiscales en apoyo del emprendedor del programa del PP han sido retrasadas para tiempos mejores.
En cuarto lugar, la crisis es consecuencia de una economía financista, donde los mercados imperan y donde empresarios y trabajadores trabajan para los rentistas. Hay que invertir los términos: la economía financiera debe acabar trabajado para la economía real. ¿Hablo de la Tasa Tobin? Sí, pero también de otras muchos aspectos. Por ejemplo, de la reforma bancaria: la única manera de terminar con la burbuja financiera de una vez por todas es que tan sencilla como ésta: dejar quebrar a los bancos quebrados y dejar quiebra a la deudas soberanas quebradas. Pagar a los depositantes de los bancos y establecer una quita a los países que no pueden pagar su deuda soberana… y banqueros y políticos responsables al banquillo.
Pero a todo esto no se ha atrevido Rajoy, claro que no. Eso es un cambio de modelo y el PP tiene miedo. También lo tienen, insisto, todos los líderes occidentales, especialmente los europeos. Y así nos va.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com