Mañana del lunes. Invertia recoge las declaraciones del presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), Juan Ramón Quintás. Según él no son las pequeñas cajas sino los grandes bancos los que provocan riesgos sistémicos. Su afirmación tiene algo de evidencia incuso de perogrullada, pero resulta de lo más pertinente, porque la tesis oficial, lo políticamente correcto, lo que se ha hecho hasta ahora, es dejar morir sólo a bancos pequeños y salvar a los grandes con dinero público. En Estados Unidos y Reino Unido, principalmente, sí, pero también en toda Europa.
Curiosamente, el presidente de la patronal bancaria AEB, Miguel Martín, que en su día fuera director general de Inspección del Banco de España -amén de subgobernador e interventor de Banesto- se aproximaba mucho a las tesis de su adversario Quintás, tesis recogida por El Economista, mientras pone en solfa el tópico primero del modelo vigente: los bancos, sobre todo los grandes bancos, no pueden quebrar. ¿Por qué no?, se pregunta Martín.
Y su intervención viene al pelo, dado que los bancos centrales han elaborado una lista de 30 bancos -entre los que se cuentan los españoles Santander y BBVA- cuya caída podía originar, por su tamaño, serios conflictos. Ahora bien, el mayor de los conflictos posibles consiste en salvarlos, no en dejarlos quebrar. Al menos, Martín se apunta a esa tesis.
¿Por qué los pequeños sí y los grandes no?, añade Quintás. Un banco, o una caja, que de eso se trata, pequeño puede ser más rentable que un banco, o caja, grande, si su solvencia y su rentabilidad lo son. Lo que ocurre es que dejar quebrar a Banesto tiene más riesgos que a, por ejemplo, Cajasur.
Decíamos ayer que la actitud del gobernador con carné del PSOE Miguel Ángel Fernández Ordóñez con Cajasur, dependientes del Obispado de Córdoba, era propio del personaje Corleone. El martes vence el plazo dado por MAFO para que Cajasur acepte ser absorbida por Unicaja, entidad controlada por el PSOE a través del socialista Braulio Medel. Ojo, Cajasur ya había aceptado tal cosa y el sacerdote Gómez Sierra firmó un protocolo con Medel, aprobado por el Banco de España, donde se decía que la fusión no provocará despidos traumáticos. Protocolo, por cierto, muy similar al firmado por El Monte y San Fernando, las dos cajas sevillanas fusionada. Pero claro, es El Monte y San Fernando no eran de los curas, sino del PSOE, y eso es otra historia: ahí no puede haber despidos. Sin embargo, pretenden que Cajasur despida a 1.000 trabajadores, la tercera parte de la plantilla.
En Galicia el asunto está que arde. La prensa gallega certifica que nadie mueve ficha: el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, quiere fusionar Caixa Galicia con Caixanova. El presidente de la caja de Vigo, Julio Gayoso se opone, porque se iría a su casa, MAFO se opone, porque si consigue fusionar una de las dos con otra entidad de otra región, conseguirá controlar sus órganos de Gobierno. Pero, claro la Xunta -que, aún así, lo tiene muy difícil- es más importante que el obispo de Córdoba y más temible, así que Feijóo esta dispuesto a chocar con MAFO, partidario de fusiones inter-regionales porque de esta forma no serán los políticos autonómicos quienes cambien presidentes: será él.
Pero lo más grave de todo esto es el ostracismo al que el gobernador del Banco de España está condenando al prestigioso Cuerpo de Inspectores de la entidad. Unos estirados, al igual que el resto de cuerpos de élite, sean inspectores de Hacienda o abogados del Estado, pero acostumbrados a hacer su trabajo con autonomía. Pues bien, con MAFO los inspectores salen muy poco, hacen muy poco trabajo de campo. Se pasan el día encerrados en sus despachos, en un trabajo de carril que no permite conocer la verdadera situación de bancos y cajas. Tampoco interesa mucho. MAFO sólo confía en el Nivel 1, es decir, en quienes le van a decir lo que quiere escuchar. Bien podemos decir que el primer gobernador con carné de partido político y sin un subgobernador propuesto por la oposición que le sirva de contrapeso (el actual subgobernador es su hombre de confianza), Francisco Javier Aríztegui, tan ideologizado como él, se ha cargado la independencia de la supervisión y, con ello, al cuerpo de inspectores, uno de los más prestigiosos del mundo.
Eulogio López
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