No sé ustedes pero yo estoy muy preocupado por los 1.500 gays, homosexuales, bisexuales y transexuales (creo que no se me ha olvidado ninguno) que han presentado su fulminante apostasía ante el arzobispado de Madrid (espero que el archivero de su Ilustrísima haya tomado nota de los 1.500 expedientes, y espero que la Iglesia, de una vez por todas, se acomode a los tiempos modernos e imprima expedientes de apostasía fulminante).

 

Al frente de la turbamulta (unos cuatro portadores de firmas más unas cuarenta cámaras de televisión previamente convocados) se encontraba Pedro Zerolo (no hacer rimas fáciles con su apellido, no sería elegante), concejal zapateril por el Ayuntamiento de Madrid, miembro zapaterista de la Ejecutiva del PSOE y zapatista compañero de doña Trinidad Jiménez, que no es ni gay, ni lesbiana, ni bisexual ni transexual. Es una vulgar mujer. La puesta en escena resultó fantástica. Por ejemplo, Zerolo amenazó a la Iglesia: siempre nos tendrá enfrente, y le advirtió que debe borrar todas las partidas de bautismo o de recepción de sacramentos donde figura alguno de los apóstatas.

 

O sea, algo así como si los republicanos del 31 hubiesen borrado el nombre mismo de Alfonso XIII de la historia de España, de cualquier archivo, contrato, pacto, Constitución o firma y hasta de los picaportes de las puertas y de la cubertería. Créanme, hay cosas difíciles de borrar y, además, el hombre es esclavo del tiempo: si ayer fuiste cristiano y hoy no lo eres, figurarás como bautizado o comulgado y ahora como apóstata.

 

Eso es lo bueno del Cristianismo: nadie te obliga a afiliarte y puedes dejarlo cuando te venga en gana. Y no con un acto formal, sino haciendo mangas y capirotes de curas y liturgias. Además, pensándolo bien, no voy a preocuparme demasiado: prefiero mil veces un apóstata a un hereje, un cismático, un cura progre o uno de esos cristianos de leyenda original. Por ejemplo, esa de "yo creo en Dios pero no en los curas".

 

Entonces, si la apostasía es libre, informal, subjetiva, y no sometida a norma ¿qué pretendía Zerolo (prohibidos los pareados)? Pues montar el numerito, naturalmente. Zerolo sabe que sólo el Estado, y no la Iglesia, tiene poder coercitivo. Si no paga sus impuestos, el concejal Zerolo acabará en la trena. Si rompe un escaparate en el Paseo de la Castellana, el concejal Zerolo tendrá que vérselas con los agentes de la comisaría más próxima. Si desafía al Estado, deberá atenerse a las consecuencias.

 

Es más, si desafía a la naturaleza, ésta se vengará en nombre de una ley terrible, aunque no escrita, llamada ley natural. Y así, es posible que su homosexualidad le lleva al sida (y en verdad que no se lo deseo). Es libre para desafiar la ley de la gravedad (tan ley natural como la que prescribe la heterosexualidad), es decir, es libre para tirarse por un barranco, pero no para evitar las consecuencias de su libertad, es decir "escachifollarse" contra el fondo su cuerpo serrano.

 

Pero si apostata o desafía a la Iglesia de cualquier forma no le va a ocurrir nada. Ni inspectores, ni policías ni fiscales acudirán a su puerta, ni los elementos naturales se vengarán. Lo cual no significa, querido Zerolo, que la conculcación de la ley moral, al igual que ocurre con las burlas al Boletín oficial de Estado y a la ley natural o físico-natural, no pasen factura. Pero es una factura de otro tipo que a ti no puede importarte: ya eres todo un apóstata.

 

Todo esto viene a colación del matrimonio gay. Zerolo y sus colegas la han tomado con la Iglesia porque la Iglesia es la única institución que predica una ley moral, la misma para toda la humanidad. Zapatero podrá abrir los juzgados a las bodas gays (es todo un progresista este muchacho) pero no podrá modificar la ley universal que emana de una institución que no tiene fuerzas de seguridad ni ejército con los que defender sus tesis.

 

Y mientras estas batallas falsas, estos espejismos de combate se libran, a los partidarios de la poligamia nadie nos hace ni caso. Mucho matrimonio homo, bi, trans, etc, y los millones de varones partidarios de la poligamia, a verlas venir, y Zapatero empeñado en negarnos el pan y la sal… Señores: el mundo es injusto.

 

Eulogio López