Y al rebufo de las algaradas callejeras en Valencia, me recuerda a aquel episodio del Thatcherismo, cuando unos gamberros británicos fueron detenidos en Palma de Mallorca. Los padres de los detenidos pidieron al primer ministro que intercediera por sus hijos ante las autoridades españolas. La respuesta de Maggie fue muy clara: "¿Que interceda por esos gamberros? ¡Que se pudran en la cárcel!
Los papás de los 'niños' contra los que los escolares cargaron en Valencia se han ido al juzgado para denunciar a la policía. Curiosamente no han denunciado a sus hijos, que han detenido el tráfico, insultado a la policía, destrozado material urbano y otras lindezas. Y todo ello porque la calefacción no funcionaba en un instituto de Valencia. Sí, tal es el origen del magno acontecimiento. Como asegura un lector de hispanidad, estamos ante "la revolución pija". Mejor, la "revolución de los blanditos".
Entrecomillo lo de 'niños' porque se supone que si los protestantes eran alumnos de ESO y Bachillerato, hablamos de chavales entre 12 y 18 años. Ahora bien, un amigo argentino que vio las imágenes por televisión me pregunta: ¿Hasta qué edad se cursa el bachillerato en España?
Naturalmente, los tonti-pipiolos fueron utilizados por gamberros profesionales, gente del mundo okupa, quincememistas y otros luchadores por los derechos civiles. De hecho, La Razón, en una gran portada periodística, recuerda que de los 25 detenidos por las fuerzas del orden ninguno cursaba estudios en el Luis Vives.
De inmediato, Alfredo Pérez Rubalcaba (si le das la espalda, te la clava) aseguró que la actuación de la policía era inadmisible. Este chico pretende ganar en la calle lo que perdió en las urnas, aún a costa de convertir las calles en el antigobierno del PP. Y es que la izquierda no aguanta mucho fuera del poder porque vive de él.
Con el estilo propio de esa derecha pagana y acomplejada que es el Partido Popular, el ministro del Interior decía que se podían haber cometido excesos, en lugar de hacer lo que se espera de él: que pida responsabilidades si las hubiera, de puertas adentro, y que, de puertas afuera, felicite a los agentes por mantener el orden público y no los desautorice. Porque lo que está ocurriendo en España es muy grave: significa que se ha perdido el respeto, no sólo a las instituciones, sino a las personas, que es más grave.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com