Y a todo esto, cómo han ido los resultados de Banesto. La primera comparecencia de Ana Patricia Botín ante los medios de comunicación como máxima responsable de la entidad, como "la presidente", como se empeñaba en llamarla el consejero delegado, Juan Delibes, haciendo caso omiso de los consejos de la Real Academia de la Lengua. Delibes: no es la presidente, Sr. Delibes, sino la presidenta.
Pues la gestión no ha sido mala. El margen de intermediación es positivo (1,9%), y las comisiones representan el 45% del negocio financiero típico (una barbaridad). Con ello, y reduciendo morosidad, consigue que el margen de explotación crezca en 2002 un 7,9%.
Lo más preocupante es que Ana Patricia se está mostrando una banquera fácil, es decir, más proclive a reducir los gastos que a aumentar los ingresos. Es cierto que la inversión y los depósitos han crecido a buen ritmo, pero también lo es que su política de "costes planos" ha significado que la plantilla de Banesto haya terminado el año por debajo de los 10.000 trabajadores, tras haber perdido 700 asalariados. Hablamos de un banco que posee 3 millones de clientes y con una fuerte implantación rural. Al mismo tiempo, Banesto ha cerrado más de 50 oficinas. Todo eso en una red que puede darle lecciones a la de la casa matriz, SCH.
Y hay más: la edad media de la plantilla es de 41 años de edad. La mitad de ellos ha entrado después de la intervención del banco de España y todas las incorporaciones del último año tienen titulación universitaria. Mírenlo así: en 2002 hubo 675 prejubilaciones y 347 incorporaciones. Con una diferencia, todas esas incorporaciones, gente cualificada, con título universitario, insistimos, con inglés y conocimientos de informática, cobran la mitad que los veteranos y sus retribuciones (casi en su totalidad son comerciales) dependen cada vez más de la retribución variable que obtengan con su trabajo.