¡Menos mal! El Tribunal Penal Internacional (TPI) ha dictado orden de búsqueda y captura contra Omar Hassan al-Bashir, presidente de Sudán, por los crímenes de guerra.

Dicho de otra forma, es la primera vez que el TPI arquetipo de la arquitectura del nuevo Derecho Internacional, a su estrella de la constelación jurídica, política  y global del mundo mundial.

O si lo prefieren, es el primer tirano en ejercicio con el que se atreve el TPI, y su vida se puede hacer más difícil a partir de ahora, por ejemplo, para abandonar el país.

Segundo motivo de alegría, el Régimen de Jartum es culpable, sobre todo, de matanza de cristianos y animistas a manos de fundamentalistas islámicos. Increíble que el TPI haya acudido en socorro de víctimas cristianas. E incluso es de agradecer que el TPI haya rechazado la acusación de genocidio en Darfur (300.000 asesinados y 3 millones de desplazados), por dos razones: se abusa demasiado de la palabra genocidio y en Darfur no se ha exterminado a una raza, en tal caso, a tribus, más que a clanes, y sobre todo, a sociedades que se negaban a ser islamizadas.

Y albricias también porque se ordena detener a un tirano, a un violento. Culpable, ante todo, de homicidio. Lo malo del derecho internacional es que se enraízan en los llamados nuevos derechos humanos, entre los cuales el más reiterado, al menos en el círculo Naciones Unidas, donde se pergeñan las ideologías globales, son los derechos reproductivos, es decir, el aborto, la conculcación del derecho a la vida, base de todos los demás derechos.

Por ejemplo, si Garzón estuviera en el TPI, habría dictado orden de búsqueda y captura, no contra Omar Al-Bashir, sino contra George Bush, porque esta clarísimo que con su política de bombardeos indiscriminados en Sudán, ha propiciado la radicalización de los musulmanes. Está clarísimo. Lástima que el bombardeo corrió a cargo de Bill Clinton y el verde Al Gore, que son de los suyos.

En cualquier caso, por una sola vez y sin que sirva de precedente, ¡bien por el TPI! Es la primera vez que no le pisa el rabo al león después de muerto.

Eulogio López

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