El cambio de presidente en SEAT no es una noticia. Los alemanes de Volkswagen han ido cambiando a los cuadros de SEAT, que muchas veces trabajaban en Barcelona pero tenían casa en Mallorca, donde pasaban buena parte de su tiempo. De hecho, una dirección a la deriva, y un departamento comercial en perpetuo cambio, han colaborado a la crisis de la factoría catalana, que a la matriz no le interesaba solucionar.
Sin embargo, ahora el cambio puede tener más importancia. Se marcha Andreas Schleef, algo que fue anunciado a finales de febrero, por no haberse mostrado lo suficientemente duro con los sindicatos y con la plantilla. Y Ferdinand Piëch, presidente del Consejo de Vigilancia de Volskwagen no está dispuesto a marcharse del cargo sin antes haber solucionado el caso SEAT, que para él siempre ha sido una obsesión. Así que don Ferdinand se ha empeñado en que el sucesor de Schleef no sea el vicepresidente Guiseppe Tartaglione, sino un hueso duro enviado desde la Central.
Y todo ello en vísperas de su marcha. Se jubila Piëch por varios motivos: su gestión no ha sido buena, y el nuevo Gobierno alemán no está dispuesto a que un socialista como Piëch siga mandando, por más que su familia posea cerca de un 20% del capital. Además, el escándalo del presunto soborno a representante sindicales a quien se fletaban aviones para ir a Brasil donde les recibían profesional de la prostitución, ha resultado demasiado hasta para los alemanes. Y es así como, por carambola, ha emergido la figura de Bernd Pischetsrieder, que por mucho que figurara como líder de VW no se sacudía la sombra de Piëch.
En cualquier caso, corren malos tiempos para SEAT. La reconversión no ha concluido : no ha hecho más que empezar. Y los alemanes advierten que, si se cierran las puertas a E.ON, la venganza podría llamarse SEAT.