Con voz entrecortada y acorralando con empuje al silencio, surgía temeroso el más cursi de los interrogantes: ¿estudias o trabajas? ¡Qué tiempos aquellos!, era la única pregunta que como primer recurso daba doble respuesta, la situación de lo expugnable y su posibilidad de conquista.
La contesta contenía el iluso secreto de continuar al uso, o no, el memorizado discurso de engatuso. Son varios y dispersos los motivos por los cuales esta disyuntiva quedó en desuso dentro del cajón de lo obsoleto. Mayor atrevimiento, indiferencia y desde luego el hecho de dar por hecho la situación ocupacional de una descuidada parte importante de la ciudadanía, apoyaron su olvido.
Sin encontrar soluciones justas rebuscando remiendos a la reforma laboral del momento en el desordenado cajón del sastre, apareció transformada con arte de magia y sin gracia la pregunta rompehielos que tanto estuvo de moda: ¿paras o cursas?, ya lo dicen los diseñadores sin ilusión: Todo vuelve porque está todo inventado.
Cinco millones de parados, sin inventos, concursarán en la reforma aprobada con insuficiente moral y suficiente espíritu autónomo, cursando ciclos ocupacionales por defecto, siendo quizá expertos. Detectar el cobro sin necesidad o no llegar al pago sin fondo es lo que tiene. En esta batalla por aprender a trabajar, el maestro ocupacional tendrá trabajo para rato y sobre todo para pasar lista y hacer patente de corso a los pacientes del curso. -Al flautista hace rato que no le siguen ni las ratas por cambios de ruta y falta de retos, toca la gaita flauta la rota-.
Oscar Molero Espinosa