La reforma financiera de Obama ha recibido el primer visto bueno del Senado. El periódico argentino Clarín es uno de los que mejor lo ha explicado. Sobre todo, al hacer hincapié en la clave de la reforma. La promesa de que no se volverá a salvar ningún banco a costa del dinero público, elemento clave para luchar contra la especulación que en Hispanidad hemos defendido, a veces muy en solitario, desde que empezó la crisis: si un banco tiene que quebrar, que quiebre y si la deuda en un país tiene que quebrar, que quiebre.
Promesa de difícil cumplimiento pero muy efectiva. Lo malo es que Obama ya pecó pues fue el gran salvador de bancos especuladores.
Hay otra idea de la reforma financiera, amparada por el asesor del presidente norteamericano, Paul Volcker: la de bancos pequeños, entidades que prestan servicios a su entorno (aquí diríamos cajas de ahorros) y no monstruos financieros dedicados a especular con deuda soberana de países que no conocen, de estados que no sabrían situar en el mapa y productos financieros tan sofisticados como inútiles que ni ellos mismos entienden. Es una medida aún más importante y aún más compleja.
Miriam Prat
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