Que no, que Obama no es exótico como asegura Aznar, no es más que un progre a la europea, es decir, un señor que no cree ni en la verdad ni en la vida (presumo que tampoco mucho en el camino hacia ambos).

Por eso, nos cuenta en otra de sus genialidades Noticias Globales, el nuevo presidente Barack Obama, se dispone a anular la normativa sobre objeción de conciencia de George Bush (podía haberla promulgado antes) para el personal médico. En otras palabras, que no se obligue a los médicos a matar niños, a practicar abortos.

Pues bien, el nuevo presidente ya amenaza con derogar toda la legislación Bush sobre objeción de conciencia en cuanto llegue al poder. Obama, al que presagio como el mayor bluf de toda la historia presidencial norteamericana, no es más que un progre a la europea, es decir, un señor que niega cualquier tipo de dogma pero que practica con entusiasmo el único dogma progre: Abajo los curas y arriba las faldas.

Abajo los curas porque se sienten en posesión de la verdad, y él no cree más que en su verdad, en el precitado aforismo. Por tanto, no acepta la verdad de que, desde el mismo momento de la concepción hay un nuevo ser genéticamente individuado, distinto del padre y la madre.

Como buen progre, también odia la vida, especialmente la del no productivo, que es también las del más inocente e indefenso. Como tiene ojos, dice lo mismo que Pepiño, la mayor majadería del difícil concurso de majaderías actuales: Me repugna el aborto -sobre todo desde que el aborto se hizo visible mediante la técnica del sonar- pero defiendo el derecho de la mujer a hacer lo que quiera con su cuerpo. Y, al parecer, con el cuerpo del hijo, y con la aportación del padre.

Así es Obama, porque es un progre. Y este es el peligro. Que el progresismo tiende a la consunción de la raza humana. Lógico. A fin de cuentas, el progresismo odia al hombre. De ahí que Obama pretende, no el aborto libre, sino el aborto inducido, promocionado, obligatorio, y lo pretende con tenacidad obsesiva, criminal. No cesará hasta que Norteamérica se sitúe a la cabeza del aborto en el mundo. Cuantos más niños se despedacen, más progresista será la primera potencia del mundo. En ninguna tesitura se retrató tan bien Obama durante la campaña electoral cuando se conoció que Sarah Palin iba a ser abuela. Con la hipocresía que le caracteriza, Obama puso en marcha el doble juego: mientras sus acólitos atizaban la campaña contra la gobernadora de Alaska, él pedía respeto para la vida privada de los candidatos. Pero claro, la pregunta tenía que llegar:

-¿Y qué haría usted si una de sus hijas se queda embarazada a los 17 años?

Respuesta:

-Le evitaría ese castigo.

Traducido: mataría a su hija, a su nieto. Ése es Obama. ¿Y qué es la vida? La vida es un castigo. Insisto: los progres odian al ser humano. Naturalmente, le odian en nombre de la humanidad.

No, Obama no es exótico. Sólo un simple, cada vez más neocon, como José María Aznar, puede calificarle así. Insisto: me encanta que un negro haya llegado a la Casa Blanca, pero no éste. Puede terminar convirtiendo a Estados Unidos en un país progresista. Y esto es terrible, porque es uno de los pocos países que, aunque con multitud de defectos, no ha sucumbido al relativismo, esto es, a la estupidez.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com