Como afirmó en Notre Dame y ratificó en El Cairo, la doctrina del presidente norteamericano consiste en reconciliar lo irreconciliable, es decir, en entronizar la incoherencia   ZP y Obama se parecen como dos gotas de agua, especialmente en su manipulación de la historia, en su demagogia y en su obsesión por mantenerse en el cargo.
Las lenguas viperinas del Partido Popular -no demasiadas, si calculamos que cada militante sólo tiene una- aseguran que, por mucho que se empeñe la Premio Nobel Pajín y el Príncipe de Asturias Pepiño, Rodríguez Zapatero y Barack Husein Obama no se parecen ni en el blanco de los ojos.

Falso. La similitud es asombrosa. Por ejemplo, en ambos se demuestra que la ignorancia es lo más atrevido que hay.

Así, aprovechándose de la manipulación habitual en la historia islámica, Obama alabó la tolerancia reinante en el califato de Córdoba, capital de la España musulmana en los tiempos de la Inquisición. Vamos, que, por si no lo habían cogido, los malos éramos los cristianos hispanos de la época. Muchas gracias, Mr. President.

Sus asesores, todos ellos especialistas en historia de la península, no repararon en que el poder de Al Andalus, cuando Córdoba era, en efecto, la capital más importante del mundo, ocurría unos cuatro-cinco siglos antes de que  antes de que naciera la Inquisición (1478).

Mi tocayo San Eulogio, autor de Las crónicas de los Mártires, documento del siglo IX que nos ha llegado en perfecto estado, se cabrería un poco -tenía muy mal genio, mi tocayo- si escuchase a Obama hablar de la tolerancia de los abderramanes. A él sólo le torturaron, asesinaron y trocearon, por lo que no sufrió mucho, pero el califato -y emirato- cordobés, el de la tolerancia, se distinguió por su ensañamiento con los cristianos, sus torturas, descuartizamientos y, en el mejor de los casos, su marginación de los creyentes en el Hijo de María, su condena a la miseria -expoliados por los sobreimpuestos que tenían que pagar- y su posición de esclavos de hecho a manos de la hermandad de los creyentes en Alá, una situación de sometimiento insoportable que San Eulogio supo narrar con realismo periodístico. ¡Toma Tolerancia!

La guinda: el Islam siempre ha perseguido a los cristianos o ha creado la doble sociedad que luego copiaría el nazismo con los judíos en su primera época, antes de decretar la solución final -que también sería practicada por los tolerantes musulmanes de Al Andalus durante algunos periodos- la sociedad de los elegidos, la comunidad de los creyentes (Umma) o la raza aria, frente a los otros,  cristianos o judíos, lo misma da. Es cierto, Obama muestra rasgos similares, no ya con ZP, sino con las ministras del Gobierno Zapatero.

Dicen los sesudos analistas de la prensa derechosa que la mención a Al Andalus puede resultar peligrosa, en cuanto España es tierra reclamada por Ben Laden para el Islam, desde Tarifa a los Pirineos. Pero no: lo más peligroso de las palabras arrojadas por el pacificador Obama radica en su absoluta falsedad.

Más similitudes: de la misma forma que ZP pretendía pasar a la historia de España como el pacificador del País Vasco, el hombre que iba a terminar con ETA mediante el diálogo y la negociación, Obama quiere pasar a la historia del mundo como el pacificador del universo, el hombre que terminó con la guerra del siglo XXI, la guerra terrorista. Obama acierta al comprender que el error de Bush consistió en matar moscas a cañonazos. En emplear ejércitos regulados y bombardeos aéreos contra un enemigo sutil, el terrorista, que se esconde detrás de la sociedad civil y que no se combate con marines sino con servicios de información, con espías, porque lo importante es identificarle y lo fácil vencerle: no tiene media torta. Pero fracasa cuando pretende tenderle la mano a quien no está dispuesta a estrecharla y a quien aprovecha cualquier retroceso para avanzar.

No entiende Obama que el Corán es excluyente. El Islam es una religión de fe, no de esperanza -judaísmo- ni de caridad -cristianismo-. Para un musulmán sólo existe la fe, no el amor, y su fraternidad con el próximo, también con el miembro de la Umma, consiste en la defensa de una misma fe. Por eso el mayor pecado para un mahometano no es el orgullo, ni el rencor, ni el egoísmo, sino la apostasía. Por eso, el Islam. Y respecto a Alá lo mismo: existe sumisión pero el musulmán considera una falta grave llamar padre a Alá. En el Islam no hay redención ni hay filiación. Cuando el hombre de la Casa Blanca distingue entre musulmanes buenos -los de Irak, Palestina o Irán- y malos -los talibanes de Afganistán- está incurriendo en una ambigüedad calculada. No, son todos  iguales. Simplemente los talibanes son más coherentes, los iraquíes más laxos. Y aún resulta más cínico la mirada amistosa hacia Arabia: los árabes de Riad no son sino talibanes ricos.

Cervantes aseguraba que el moro era taimado. Más bien era un creyente coherente con los postulados del Corán. En minoría siempre buscará el acuerdo, pero cuando alcance la mayoría o sea más fuerte que el adversario su propio credo le lleva a imponer sus convicciones por las buenas o por las malas. Y si no, estará siendo un pésimo musulmán. Por eso, la traición al cristianismo es doble: primero, porque no es un pacto, es una rendición del Occidente cristiano y libre ante la tiranía musulmana, y segundo, porque Obama reniega para ese pacto, no ya del Cristianismo que dice profesar, sino de la historia. Como diría Alfonso Guerra, siempre en lucha con la transitividad, el señor Obama miente la historia.   

El alabado presidente norteamericano llegó al paroxismo durante su lamentable visita y entronizamiento en la Universidad católica de Notre Dame, cuando habló de la necesidad de reconciliar lo irreconciliable. Es decir, de entronizar la incoherencia. Si se hubiera referido a la necesidad de que personas de doctrinas irreconciliables se respetaran o conciliaran sus posturas todos aplaudiríamos. Pero si de lo que se trata es de decir que lo negro es blanco y lo blanco es negro, entonces que Obama cuente conmigo. Pero da la sensación de que el pacificador Obama sólo pretende lo mismo que el pacificador ZP: una paz sin justicia que sólo presagia una violencia de grado superior y/o la rendición de Occidente a la tiranía islámica. Eso sí, la paz sin justicia es muy aprovechable políticamente, al menos, mientras no estalle la guerra que propician con su actitud o mientras Occidente acepte la precitada esclavitud frente a los nuevos tiranos.

Y ojo, porque los islámicos, al menos, creen en algo. Pero está el Oriente Medio está el Lejano Oriente, el mundo panteísta, traducido por el progresismo occidental en new age. Ese es más peligroso y violento aún, porque sencillamente se cree en nada, salvo en el dinero y en el  poder que con él se obtiene.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com