La sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha vuelto a ratificar, una vez más, que no existe un derecho al aborto que dimane directamente de los tratados internacionales en materia de derechos humanos y que, por tanto, no se puede exigir a ningún Estado que legalice el aborto.
También permite ver la inmensa manipulación que desde determinados organismos oficiales se está realizando para coaccionar a gobiernos del tercer mundo, especialmente a los países latinoamericanos, para que introduzcan el aborto en su legislación. Al actuar así, la ONU, principalmente, no está sirviendo como debiera al sistema de Derechos Humanos sino poniéndose al servicio del "lobby" antinatalista de género que defiende derechos económicos inconfesables de los países y empresas del primer mundo, a través de un nuevo colonialismo que quiere exportar la peor ideología antihumanista del mundo occidental a aquellos países que se sienten comprometidos con la defensa de la familia, la dignidad de la mujer y la vida.
A ese "lobby" se ha unido desgraciadamente algunos gobiernos entre los que se encuentra el español que ha asumido como principio político la ideología de género, ideología, a juicio de numerosos expertos, más nociva que el marxismo.