El clima, el idioma y el calendario : eso es lo que forma lo que llaman idiosincrasia de un pueblo. En Castilla surgen pocos caracteres maleables, porque es una tierra dura, seca, con mucho frío en invierno y mucho calor en verano. En el Mediterráneo suelen abundar los seres más sinceros del mundo, porque el mar templa, mitad por mitad, las cosechas y los ánimos. Es más fácil encontrar puntualidad en los escandinavos que en los caribeños, por la sencilla razón de que el ritmo caribeño es más lento : el tiempo es más soleado y más templado. A cambio, si hace un mes que no sabe nada del vecino italiano, no se preocupe, pero si se trata de un danés derribe la puerta: está en riesgo inminente de suicidio.
No los días de trabajo, sino las fiestas. El ser humano es el ente productor sino un ente racional.
Y del clima surge el idioma. Ya lo decía Carlos I: el inglés es el idioma para hablar con los caballos, el alemán es el idioma de la guerra, sirva el francés para la diplomacia, el italiano para el amor y el español para orar. Es una guía fonética, que no semántica, pero nos sirve. Además, el hombre es mimético. Estoy pasando unos días en mi Asturias natal y no oigo otra cosa más que bolsina, poquitín y fuentona, nombre que se les da a determinadas fontanillas de la capilla, que menudo sentido de las proporciones tenemos por estos lares. Créanme, los teutones Brandeburgo no hablarían de bolsina.
Pero ni tan siquiera el progresismo deben creerme- es capaz de cambiar el clima. Tampoco el idioma, porque el hombre, antes que racional es mimético, y por eso seguirá hablando con el mismo acento que sus padres, y copiando el deje de sus abuelos, aunque los tilde de antiguallas.
Sin duda, lo más volitivo, lo más racional, lo más libre, es el calendario. Por ello, si se quiere cambiar una sociedad, lo mejor es modificar el calendario, cambiar las fiestas, especialmente las festividades ancladas en la tradición y en la religión. Por ejemplo, los mercados financieros y los políticos progresistas están empeñados en terminar con la Semana Santa, porque saben, o al menos intuyen, que eso del Cristianismo va de amor sufrido y recio no hay dolor sin amor: eso las mujeres lo entienden sin necesidad de explicación alguna, con los hombres cuesta más, no me pregunten por qué- y la pasión de Cristo constituye una OPA amistosa al corazón del hombre. Quizás por ello, la visión más mundana, la del progresismo financiero, se empeña en hacer que la bolsa negocie en Jueves Santo, para que el rito del trabajo sustituya los oficios en el templo cristiano por los sacrificios en el templo del mercado continuo.
Esta misma mañana miércoles 12- cómo no, en la cadena SER, alguien recordaba (ver resumen de tertulias radiofónicas de Hispanidad) que para Zapatero la religión es una cuestión privada, mientras que José Bono tenía un crucifijo encima de la mesa. No sé si el ministro saliente lo tenía, pero ya he dicho que Bono parece un practicante no creyente, a razón de las muchas barbaridades que profiere en la materia, pero me llama la atención la alegría de la SER por el cese. ¿Qué le cae mal de Bono a los chico de Polanco? ¿Su centralismo? Pero si nada más centralista que el jacobinismo progre del polanquismo. No, lo que no soportan los progres de Bono, lo mismo que no soportaban de Paco Vázquez, es su fe. Mejor dicho : que se confiesen creyentes, aunque solo sean practicantes. Simplemente, no lo aguantan.
Pero aun más interesante resulta el mensaje de Zapatero. Para el Presidente del Gobierno español, y para otros muchos, libertad religiosa es permitir que la gente rece, a ser posible en su casa o, como mucho, en el interior de los templos, en el llamado ámbito privado, a pesar de que nada más abierto al público que una Iglesia.
Ahora bien, ¿qué mérito tiene que el Gobierno reconozca la libertad religiosa en el ámbito privado? Dicho de otra manera: ¿Cómo podría impedir a la gente que se dirija a su creador y rece? No, la elección no es libertad religiosa sí o libertad religiosa no, sino libertad de culto sí o libertad de culto no. Lo diré de otra forma: lo que la progresía no puede soportar son las procesiones de Semana Santa. No puede soportar que una serie de señores quieran hacer pública su condición y seguir al Maestro en oración en mitad de las calles. Eso les ofende profundamente.
Decididamente, la Cuaresma no aburre a la progresía: le enfurece. Por eso, buscan modificar el calendario y cambiar, por ejemplo, el Jueves Santo por el lunes de Pascua. Y hasta sería verosímil que prohibieran la Navidad y la declararan día laboral. Eso recuerda a Enrique Tierno Galván, el Viejo Profesor, cuando propuso, recién estrenada la democracia, suprimir la paga extra conmemorativa del 18 de julio, día del Alzamiento franquista: estuvieron a punto de sacudirle y decidió retirar la propuesta.
No van a conseguir terminar con la celebración cristiana de la redención. Cada día es más la gente que siente la necesidad de salir a la calle tras una imagen para contemplar la Pasión del Señor. O ver La Pasión de Mel Gibson, convertido en una especie de evangelio de Semana Santa). Hasta en mi agnóstica Asturias, donde, miren por dónde, la gente ha vuelto a procesionar por las calles conste que nunca he sentido una devoción que, por otra parte, respeto y admiro-. Supongo que lo hacen por fastidiar a Zapatero y a la SER. A este paso, el Presidente del Gobierno va a tener que modificar el calendario. No le va a quedar otro remedio.
Eulogio López