El presidente colombiano, Álvaro Uribe quiere reforzar la seguridad de su país con bases norteamericanas en el territorio. Me parece mal.

Un periodista argentino en quien tengo depositada mucha confianza me dice que todo presidente norteamericano tiene una guerra, y que la guerra de Obama puede darse en Iberoamérica. Realmente, las antiguas colonias españolas evolucionan muy mal entre el progresismo capitalista de Michelle Bachellet, Lula da Silva y el progresismo socialista de Hugo Chávez y los bolivarianos. No me gusta ninguno de los dos. En Venezuela los bolivarianos apalean a los periodistas por las calles mientras se confisca la propiedad privada (no me refiero a los laboratorios Pfizer, que no me dan ninguna pena) sino a la propiedad privada en su totalidad, al tiempo que se utiliza el petróleo para doblegar a sus adversarios, por ejemplo, negándole cualquier compra a Colombia.

Pero más grave me parece lo que pretende ahora.

Nota característica de las dictaduras -o de las democracias nominales, que son dictaduras disfrazadas- es la ausencia de limitación de mandato de sus gobernantes, especialmente de sus presidentes.

El colombiano Álvaro Uribe puede enorgullecerse de su lucha contra la guerrilla FARC, mezcla de narcotraficantes y terroristas y secuestradores, pero no debe insistir en convocar un referéndum para presentarse a un tercer mandato. Es lo mismo que hizo Manuel Zelaya en Honduras. No, la limitación de mandatos es pieza clave del sistema de libertades. Uribe debe renunciar a un tercer mandato y no modificar la ley, ni mediante referéndum ni de ninguna otra forma.

El jueves decíamos que Zelaya se había vuelto violento, que se quitaba la máscara: ahora ya tenemos las pruebas.

Eulogio López

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