Tras la consagración de la Sagrada Familia, el Papa se marchó a un centro de una desconocida asociación, Nen Déu. Religiosas dedicadas a cuidar de niños discapacitados, porque cuando uno tiene problemas acude a los malvados curas y las malvadas monjas

El Papa no tenía prisa en Nen Déu y eso retrasó el programa oficial. Departió con los niños, y no tan niños, con una ternura apreciable por cualquiera que estuviera allí o se sentara ante el televisor.

Probablemente, Benedicto XVI recordó en Nen Déu lo que le contaba, con lesa modestia tan suya, siempre dispuesta a no decir salvo lo imprescindible (a este Papa le gusta escuchar más que hablar) lo que le contó al periodista alemán Peter Seewald, autor de dos libros, en formato entrevista, con el pontífice alemán.

Era el caso de un primo suyo, retrasado mental, al que los nazis se llevaron diciéndole a su madre que iban a operarle de una dolencia. Nunca regresó. Los nazis eran especialistas en este tipo de bromas: disminuidos psíquicos, un insulto para la raza aria, ingresados para ser operados de apendicitis y que siempre salían muertos del quirófano. Se publicaron estas declaraciones coincidiendo en el tiempo con la campaña de calumnias de la progresía española, en especial Buenafuente, quien le adjudicó el brillantísimo y jocoso apodo de Ratzinger Zeta, de donde se pasó a Natzinger, por si alguien no había entendido la gracia.

La defensa del Pontífice de la vida del no nacido enlaza con un Gobierno socialista empeñado en el aborto eugenésico, que tiene ese sabor inconfundiblemente nazi, con el añadido de las famosas pruebas para saber si el feto viene en buenas condiciones. Estoy seguro de que Buenafuente tomará buena cuenta de ello para defender al Pontífice. No espero menos de su profesionalidad y bonhomía.

Eulogio López 

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