El pasado lunes celebramos el octavo centenario de la Batalla de las Navas de Tolosa, que marcó un hito en el devenir de nuestra historia, en la configuración de España, y en la de todos aquellos países que recibieron su influjo.
En la Península ibérica se aliaron los reinos cristianos de Castilla, Navarra y Aragón, junto con los de Portugal y León, para luchar contra los almohades musulmanes de Al-Andalus. Se trataba de una cruzada o guerra santa.
El triunfo de los cristianos fue el comienzo del fin de la hegemonía musulmana, que se consumaría con la Reconquista de Granada. Sin embargo, ha existido un empeño ideológico laicista en silenciar estos acontecimientos históricos en favor de una pretendida y buenista Alianza de Civilizaciones, que buscaba diluir y neutralizar las raíces culturales de las que somos acreedores, tratando de mostrar un erróneo y pacífico entendimiento entre irreconciliables y antagónicos postulados culturales, con la nada inocente intención de desactivarlos.
El legado que nos transmitieron nuestros ancestros constituye el sustrato del conjunto de valores que conforman la civilización occidental que pasa por Grecia, Roma, y el cristianismo. Si en algo se caracteriza todo este bagaje cultural es en la firme defensa de la libertad, que se contrapone al fanatismo y fundamentalismo islámico religioso, basado en la intolerancia y en el odio, en donde religión y Estado se confunden.
La coexistencia de estas dos culturas y filosofías sería deseable, pero se torna imposible en la medida que parten de principios opuestos. En Occidente se admite y tolera al Islam como manifestación de la libertad religiosa, de ahí que España esté plagada de mezquitas. Sin embargo, no existe esta misma reciprocidad en Riad, Damasco, Teherán, Kabul, o Bagdad, quiénes de forma intolerante nos consideran a los occidentales como infieles y enemigos a reconquistar mediante la Yihad. Haría mal Occidente si abdicara de la pervivencia de sus principios y convicciones, y pensara que lo único importante son los mercados, la prima de riesgo, y el Ibex 35.
Fue aquí precisamente en Jaén, en "la Batalla", en dónde se definió España y se forjó su unidad, contribuyendo a la libertad y a las raíces cristianas de Europa.
Javier Pereda Pereda